Capítulo V: Beso

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(Escuchen la canción mientras leen esto) - 🌷

El pecoso estaba desolado en su habitación, derrumbándose bajo el peso de su propia tristeza después de haber visto a quien una vez fue su chico en brazos de otra. La imagen de Max junto a Kelly se repetía en su mente como un cruel eco que no podía silenciar.

No entendía por qué le dolía tanto. Él solo quería amarlo, cuidarlo, gritarle al mundo cuánto significaba para él, pero ahora... todo eso era imposible.

Un susurro cortó el silencio de la habitación, suave, íntimo, directo a su oído:

—Bésame.

Sergio se estremeció. Su cuerpo reaccionó instintivamente, cubriéndose el oído mientras sus ojos recorrían la habitación con pánico. Su respiración se aceleró, buscando desesperadamente la fuente de aquella voz. Pero no había nadie.

—Algo no está bien... —murmuró, su voz temblorosa mientras trataba de convencerse de que lo había imaginado.

Sin embargo, no podía ignorar el calor que comenzó a recorrer su cuerpo. Un fuego abrasador que nacía en su pecho y se extendía rápidamente, quemando todo a su paso. Sintió una opresión en el pecho, sus sentidos agudizados al punto de ser insoportables. Cada roce de su ropa contra la piel era un recordatorio de su necesidad creciente.

—Mierda... —susurró con un temblor en la voz, su mano temblando mientras tomaba su teléfono. Miró la fecha y su corazón se detuvo un segundo antes de latir con fuerza.

Su celo.

Se había adelantado.

El pánico lo golpeó como un balde de agua fría. Se levantó tambaleándose y se dirigió al cajón donde guardaba lo que necesitaba para sobrellevar la tormenta que sabía que venía. Pero su mente estaba nublada, su cuerpo no respondía del todo, y la sensación de vacío lo devoraba desde dentro.

El aroma del pino lo golpeó primero, antes de que pudiera procesar el sonido de la puerta abriéndose de golpe. Sergio se congeló, su mirada se levantó lentamente hasta encontrarse con la figura que entraba sin permiso.

Carlos.

El español se detuvo en el umbral de la puerta, sus ojos oscuros se clavaron en Sergio con una intensidad que le quitó el aire. Por un instante, el mundo pareció detenerse.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Sergio con voz débil, pero el temblor en sus palabras lo traicionaba.

Carlos cerró la puerta detrás de él, su rostro impasible pero con una sombra de curiosidad.

—Te escuché desde el pasillo. ¿Estás bien? —preguntó con ese tono bajo y firme que siempre usaba, aunque ahora parecía tener un matiz diferente, uno más... cauteloso.

Sergio dio un paso atrás, como si eso pudiera protegerlo del huracán que sentía crecer dentro de él.

—No es tu problema. Vete —dijo con más dureza de la que realmente sentía.

Carlos alzó una ceja, claramente no impresionado por su intento de autoridad. Dio un paso hacia él, su presencia llenando la habitación de una manera que hacía imposible ignorarlo.

—Hueles... diferente —comentó, su voz apenas un murmullo, pero suficiente para hacer que el corazón de Sergio se detuviera.

El omega apretó los puños, su rostro encendido por la vergüenza y el calor insoportable que lo consumía.

—Sal de aquí. Ahora —exigió, aunque cada palabra era un esfuerzo titánico.

Carlos no se movió. En cambio, inclinó la cabeza ligeramente, estudiándolo como si pudiera ver más allá de su fachada.

"Pecas Maleducadas."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora