Haizea Mendizabal
24 de diciembre de 2032–Tiene que estar todo perfecto.– Me repito a mi misma después de envolver un regalo que nos cambiará la vida a todos.
–Y todo lo será.– Maia se acerca a mi en un intento de tranquilizarme.– No te preocupes, no es como si fuera la primera vez que tus padres y los padres de Héctor cenan juntos. Más que otra cosa porque ya lleváis 2 años casados.– Intenta aligerar el ambiente pero yo no consigo tranquilizarme.
–Pero esta navidad no es como cualquier otra y lo sabes.
–Ya, ya. Todo saldrá bien.
–Eso espero.– Murmuro.
(...)
Me termino de poner los pendientes mirándome al espejo y por el reflejo puedo ver cómo Héctor entra a la habitación con un pantalón de traje y una camisa de vestir puestos.
–Sigues igual de guapa que la primera vez que te ví.
–Tú también sigues igual de guapo.– Me giro para mirarlo.
–A veces cuando me despierto pienso que todo esto ha sido un sueño, que no he podido tener tanta suerte en esta vida pero después me giro y te veo tumbada en la cama dándome cuenta de que todo es real. De que estoy teniendo una vida perfecta contigo a mi lado.– Me sonrojo ante sus palabras.
A pesar de los años nunca me acostumbraré a sus piropos
–He tenido muchísima suerte de habernos conocido porque me has cambiado la vida en muchos aspectos. Me has ayudado muchísimo.
–Y tú a mi también, eso es lo que hacemos. Ayudarnos mutuamente. Hacernos bien al otro.– Me da un beso en la frente.– Bajemos, todos han llegado ya.
Bajamos las escaleras para encontrarnos la misma situación de siempre, mi padre y los padres de Héctor y Pau hablando en euskera y catalán respectivamente para ver quién entiende menos del idioma (obviamente mi padre con su euskera cerrado es casi imposible entenderlo, a veces ni yo lo hago), mi madre y la madre de Héctor contando anécdotas de nosotros de pequeños con Aratz riéndose, Maia tumbada en el sofá encima de Pau mientras la madre y la hermana de este le cuentan cosas vergonzosas sobre él.
–Todos a la mesa.– Ordena mi marido y todos se sientan.
Me dirijo a la cocina para empezar a servir la comida y noto a Héctor seguirme.
–Ve a sentarte a la mesa, yo me encargo.
–No hace falta.– Niego pero él coloca sus manos encima de las mías antes de que agarre algo.
–Yo puedo, cariño. Vamos, ¿no te fías de mi?– Se toca el pecho indignado.– Te recuerdo que soy el cocinero de la relación.
Que conste que con los años he aprendido a cocinar
–De acuerdo.– Me doy por vencida y me voy al comedor.
La cena pasa tranquilamente y cuando decidimos empezar a dar los regalos del amigo invisible en cuando comienzo a sentir los nervios.
Mi padre le regala a Irene un collar muy bonito con su inicial.
La madre de Héctor a Maia varias cosas del Barça.

ESTÁS LEYENDO
¿Rojiblanco o azulgrana? // H.Fort
RomanceElla odia la atención Él adora la fama que tiene como jugador Ella ama leer Él ama el fútbol ¿Conseguirán ser más que amigos aunque ella sea vasca y él catalán? ¿Aunque ella odie el fútbol y él leer? ¿Aunque él la vea como la fan del Athletic y e...