Capítulo II: ¿Alfa o Beta?

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Carlos se encontraba golpeando suavemente su frente contra el escritorio de su habitación, frustrado con él mismo por los pensamientos pecaminosos que habían estado rondando su cabeza últimamente. No podía permitirse ver con otros ojos al que era su objetivo principal. Su misión era acabar con Sergio Pérez, no perderse en el aroma dulce y tentador del omega, ni mucho menos en la forma en la que esa bata de seda había delineado cada curva de su cuerpo.

Entre sus planes iniciales estaba terminar con él esa misma noche, pero algo había fallado. El aroma lo había hipnotizado tanto que simplemente no pudo hacerlo. Y lo peor de todo era que, en lugar de enfocarse, su mente ahora estaba divagando, imaginando un escenario completamente ridículo: irse de la mansión, llevándose al omega con él.

Carlos dejó escapar un largo suspiro. Esto tiene que parar. Decidido, se obligó a seguir adelante e ignorar cualquier tentación que pudiera presentarse. Era un nuevo día, y debía concentrarse. Se dirigió al baño, duchándose con agua fría en un intento desesperado por despejar su mente.

Luego, se vistió cuidadosamente, ajustándose el uniforme que le habían dado para trabajar en la mansión. Camisa blanca, pantalón negro, chaleco y una corbata del mismo color. No era la vestimenta más cómoda, pero cumplía con lo necesario. Antes de salir, se miró al espejo, acomodando las solapas del chaleco. Concéntrate, Carlos.

Al salir de la habitación, el primer rostro que vio fue el de Sergio. Por supuesto... cuánta suerte la mía. El pecoso estaba a unos metros de él, con esa actitud despreocupada que siempre parecía irradiar. Por un momento, sus ojos se encontraron, y Carlos sintió un nudo en el estómago. Sin decir nada, tomó un rumbo diferente, girando en la dirección contraria para evitarlo.

Sergio frunció el ceño, extrañado por la reacción del español. Se cruzó de brazos, viendo cómo este desaparecía por el pasillo.

—¿Qué le pasa? —murmuró para sí mismo, con la curiosidad picándole el cerebro. ¿Qué está escondiendo este tipo?

Sin pensarlo demasiado, decidió averiguarlo. Miró hacia ambos lados para asegurarse de que nadie lo viera, y luego caminó directamente hacia la habitación del español. Abrió la puerta con cuidado, pero tan pronto como lo hizo, un aroma intenso lo golpeó como una ola.

Las feromonas del alfa llenaron el espacio, envolviéndolo por completo. Sergio jadeó, llevándose una mano a la boca. Era abrumador. Jamás había estado tan cerca de la esencia de un alfa, y ahora esta le pegaba de lleno, desestabilizándolo. Tropezó hacia atrás, cayendo al suelo mientras trataba de recuperar el aliento.

El aroma era embriagador, fuerte, y por más que intentara resistirse, algo en su cuerpo reaccionaba de formas que no entendía del todo. Sentía un vacío extraño en su estómago... o tal vez más abajo.

—Maldita sea... —susurró, apretando los puños mientras intentaba levantarse del suelo. ¿Cómo demonios puede oler tan bien este tipo?

De repente, escuchó pasos acercándose desde el pasillo. Sergio se puso de pie rápidamente, tratando de calmar su respiración y despejarse. Cerró la puerta con cuidado antes de salir, justo a tiempo para no ser descubierto.

Ese hombre no es un beta, pensó mientras se alejaba apresuradamente. No había forma. Era un alfa, y no cualquier alfa. Su olor... su esencia era poderosa, embriagadora, aunque se negaba a admitirlo.

Ya más lejos de la habitación, Sergio murmuró para sí mismo con un deje de enojo:

—Huele a pinos... ¿pero qué tiene de especial? Bah, he olido cosas mejores.

Intentaba convencerse, aunque la verdad era que ese aroma lo había dejado temblando más de lo que quería aceptar. Demonios, esto no está bien...

Sergio llegó a su habitación con el ceño ligeramente fruncido, algo molesto aún por lo que había pasado momentos antes. Necesito despejarme. Se dirigió al armario mientras sacaba su teléfono y marcaba rápidamente a su mejor amigo.

"Pecas Maleducadas."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora