capítulo 29 Espada Mortal

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Los primeros rayos de sol se colaban a través de los tablones de madera, iluminando la habitación con una luz cálida y tenue. El suave resplandor te sacó de tu profundo y tranquilo sueño. Con un largo bostezo, te estiraste con pereza, sin intención alguna de levantarte todavía.

Tus ojos recorrieron el cuarto, todavía adormecidos. En un rincón, descansaba tu gran katana, apoyada contra la pared, su hoja desgastada reflejando ligeramente el sol naciente. En el suelo, la ropa sucia de la batalla del día anterior estaba tirada de manera descuidada. Junto a ella, un uniforme femenino y un haori de mariposa, igualmente arrugados, yacían juntos.
Suspiraste, dejando que el momento te envolviera y posando tu mirada en la figura que aún yacía dormida y aferrada a ti, con su cabello despeinado y sus pechos mullidos contra tu pecho.
La habitación estaba tranquila, salvo por el murmullo que escuchabas del otro lado de la pared, tu sentidos agudizados eran un verdadero dolor de cabeza, es molesto escuchar involuntariamente conversaciones ajenas, a menos que haya un buen chisme de por medio.

Del otro lado se encontraba Lobo y el escultor quien después de haberle echo unos pequeños ajustes a la prótesis de tu hermano se encontraba disfrutando del licor de mono que habías encontrado.

Escultor: Esta cosa me trae recuerdos...solía beberlo junto a Oden cuando nos colupiabamos por el valle...fue cuando aún era un Shinobi y antes de perder mi brazo

Sekiro: Orangután...oí a Emma llamarte por ese nombre

Escultor: Para ser tan mal conversador eres bastante entrometido...Si, ese era mi nombre en el pasado, mi hermano era el único que no me llamaba por ese apodo...
"Buscate un nombre de verdad, el que te parezcas a un Orangután no lo convierte en un buen nombre"
El era el menor, pero siempre se comporto como si yo fuera el que necesitaba ayuda, el estúpido siempre ignoró lo débil que era...

La dureza de sus palabras parecían estar cargadas de nostalgia y de algo más, la amargura se refleja en su rostro antes de ocultarlo dándole un último trago a la bebida. Lobo permanece serio pero no puede evitar desviar la mirada hacia su katana, un arma que tiene poco de especial salvo por el echo de que fue un regalo tuyo, que le diste cuando solo eran unos niños.

Poco interesado en el pasado del Orangután, pero con al idea de continuar con tu misión, te incorporas lentamente, cuidando no hacer ruido mientras te deslizas fuera de la cama. Para darle un pequeño beso a tu novia antes de alejarte a lo que Shinobu, adormecida, solo sonríe ligeramente, sus labios dibujando un gesto plácido mientras se acurruca aún más entre las sábanas. Tu bufanda, aun atada a una de sus muñecas, se mueve ligeramente con el vaivén de su respiración, como si incluso en sueños quisiera aferrarse a tu presencia.

Con una última mirada a su figura tranquila y desnuda, te aseguras de cerrar la puerta con cuidado tras de ti. Afuera, el aire es frío, el invierno sigue dejando su huella con una brisa helada que acaricia tu piel. Apenas llevas unos pantalones largos y holgados, pero el frío apenas te afecta, tu cuerpo curtido por las constantes batallas y entrenamientos. El amanecer baña el campamento en tonos cálidos, mezclándose con el blanco de la escarcha que cubre el suelo.

Tus pasos te guían hacia la carpa de la Kakushi Elizabeth, sus movimientos ya visibles mientras organiza suministros bajo la tenue luz del sol. Al acercarte, levanta la mirada y te saluda con un gesto breve, notando de inmediato tu estado y sonrojandose con la misma rapidez; descalzo, despeinado y con el cansancio aún visible en tu rostro, pero con la determinación intacta que siempre te caracteriza.

Elizabeth levantó la mirada al verte entrar, deteniéndose en su labor por un momento. Sus ojos recorrieron tu figura con cierto interés, pero enseguida sacudió la cabeza, como si espantara algún pensamiento que no debería estar ahí.

La Espada Mortal (Tn x Harem Kny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora