《Capítulo 8》

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Aura estaba de pie junto a la cerca del campo de fútbol, observando con cierto desdén el entrenamiento de los chicos

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Aura estaba de pie junto a la cerca del campo de fútbol, observando con cierto desdén el entrenamiento de los chicos. Los gritos de ánimo, el sonido del balón rebotando sobre el césped, todo le parecía irrelevante. ¿Por qué debía adaptarse a esta vida? Esto no era ella, esto no era su mundo. 

A lo lejos, algo le llamó la atención: el sonido de un motor familiar. Su corazón dio un vuelco. ¿Una limusina? Era imposible. Miró más de cerca, y en efecto, una limusina brillante se detenía frente al instituto.

- ¿Y ahora qué? _pregunta Kevin al notar la extravagante aparición. 

Y en el fondo, todos sentian curiosidad, no veían autos como esos a diario, estaba claro. 

- Mis amigas... _susurra Aura con un brillo en los ojos.

Paula, Lila y Claudia. Sus amigas, las que conocía desde que tenía memoria, las que compartían su mundo exclusivo.

Con el rostro iluminado por una esperanza ansiosa, Aura corrió hacia ellas, como si se aferrara a la única posibilidad de volver a sentir que todo no había cambiado.

Las tres chicas bajaron de la limusina con elegancia, como si nada hubiera ocurrido. Paula, Lila y Claudia, siempre tan perfectas, tan sofisticadas. Aura sentía que aún podía encontrar algo de su antiguo mundo entre ellas.

- ¡Chicas! _exclamó, con una sonrisa amplia, casi desesperada, mientras avanzaba hacia ellas.

Paula fue la primera en mirarla, una sonrisa tensa en su rostro. No era la calidez que Aura esperaba.

- Hola, Aura _saludó, pero su tono era frío, y no llevaba la cercanía de antes_ Pensamos que sería… bueno verte _dijo con una indiferencia que no pasó desapercibida para Aura_ Así que cambiaste la Academia... por esto.

- Que va, se trata solo un castigo, pero es temporal _afirma ella_ Pronto volveré a mi vida. Todo va a estar bien.

Lila soltó una risa que le hizo recorrer un escalofrío por la espalda.

- Claro, todo va a estar bien _dijo, y su voz estaba cargada de sarcasmo_ A veces, Aura, uno tiene que enfrentar la realidad, ¿sabes? _la miró de arriba a abajo, como si fuera una extraña_ Y la realidad es que tú ya no encajas más con nosotras. 

Aquello fue un balde de agua fría para la rubia.

- ¿Crees que, con todo el dinero del mundo, vas a ser igual que antes? Ya no eres la chica perfecta que conocíamos _afirma la misma.

Aura intentó mantener su compostura, pero sus palabras la sacudieron. ¿Qué querían decir con eso?

- N-no... estas en un error, Lila. Esto es solo un mal momento _repitió la ojiazul, con más firmeza_ Todo va a volver a la normalidad muy pronto, no me pienso quedar aquí.

Claudia, con su mirada helada, dio un paso al frente. No lo dijo con rabia, sino con una calma cruel, casi como si estuviera disfrutando del momento.

- Sabes, Aura, de entre todas, siempre fuiste la más arrogante, la más pretenciosa. Tú siempre decías que o eres todo o eres nada _sus palabras caían como piedras sobre el alma de su, hasta entonces, amiga_ Y, ¿sabes qué? Lo que pasa ahora es que, evidentemente, ya eres nada.

Aura se quedó inmóvil, el aire le faltó. ¿Nada? Había vivido su vida con la certeza de que nunca sería nada, siempre lo contrario. Pero ahora... ellas tenían razón. ¿Cómo había llegado hasta aquí?

- ¿Qué dices? _preguntó, intentando reponerse, aunque su voz temblaba un poco_ Todo esto es solo temporal. Yo volveré a mi vida. Todo va a volver a la normalidad, nada ha cambiado _habla insistentemente, casi rogando que le creyeran.

Paula, que ya no ocultaba su desdén, se acercó a ella y la miró fijamente. Esa mirada le dolía más que cualquier palabra.

- Aura, deja de mentirte ¿en serio te crees eso? _le preguntó, con una sonrisa burlona_ El mundo te está haciendo pagar por tu vanidad. Por toda esa actitud pretenciosa de creerte por encima de todos _se cruzó de brazos, mirando a su alrededor con desprecio_ ¿Recuerdas cómo nos reíamos de los pobres por no tener chófer, limusina privada y artículos caros? Bueno, hoy te vimos salir caminando, con tus propias piernas, del portón de tu mansión. ¡A pie, Aura! _rió, y sus amigas se unieron en la risa_ Es irónico, ¿no? La chica más rica de la Academia, la más arrogante, caminando por la calle como una cualquiera más de la plebe. Qué humillante, ¿no?

Aura sintió como si todo su cuerpo se hundiera. ¿Habían visto eso? ¿Las habían visto ir a pie al Insituto? Su rostro se encendió de vergüenza, pero intentó mantenerse erguida.

- ¡Eso no importa! _respondió, aunque su voz ahora temblaba_ ¡La posición de mi familia no ha cambiado! Todo esto es solo un capricho de mi padre _insiste nuevamente_ Volveré a ser la misma en menos de lo que...

Lila la miró con una sonrisa cruel.

- No, Aura. Ya no lo eres _dijo, casi con ternura falsa_ Aunque sigas teniendo el dinero, y sigas viviendo en tu mansión, ya no eres la misma. Estar aquí, en este lugar, entre la gente común, te hace perder todo lo que te hacía diferente _la miró con una mezcla de lástima y desprecio_ Ahora eres solo una rica más, sin clase, ni el toque de sofisticación que tenías antes. El mundo te está demostrando lo que realmente eres: nada más que una niñita mimada que perdió todo por su propia arrogancia.

Aura ya no podía soportarlo. ¿Cómo podían ser tan crueles? La rabia hervía dentro de ella, pero también sentía cómo la realidad la golpeaba, cómo sus propias creencias se volvían contra ella, como un castigo.

- ¡No! _exclamó, conteniendo las lágrimas, la voz temblorosa pero firme_ ¡Yo seguiré siendo la misma! Todo volverá a ser como antes. ¡Nunca voy a aceptar este lugar!

Pero las tres chicas ya no la miraban con compasión. Subieron rápidamente a la limusina, sin darle una segunda mirada, y la limusina arrancó con un rugido distante. Aura permaneció allí, inmóvil, viendo cómo se alejaban.

Con el corazón hecho trizas, dio la vuelta y comenzó a caminar, sin mirar atrás, como si cada paso fuera una sentencia. No quería ver a nadie. No quería estar allí. ¿Por qué su vida había cambiado de esta manera?

Cuando llegó a la mansión, vio a su hermana Danielle en la entrada. La preocupación en el rostro de su hermana fue lo último que Aura pudo soportar.

- Aura, ¿qué pasó? _preguntó Danielle, acercándose a ella con gesto preocupado.

Aura no dijo nada. Simplemente, empujó a su hermana con fuerza, más fuerte de lo que pensaba, y la miró con una furia contenida.

- ¡Déjame sola! _gritó, su voz quebrada y cargada de dolor. No quería que nadie la tocara, no quería consuelo, solo quería desaparecer.

Danielle se quedó paralizada, aún pegada a la pared, igual de sorprendida, pero Aura no podía esperar. Solo quería estar sola.

Corrió escaleras arriba, y cerró la puerta de su habitación con un estruendo. Cayó sobre la cama, su rostro inundado de lágrimas. Ya no era nada. Nada en absoluto. Y esa era la cruel realidad.

 Y esa era la cruel realidad

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Belleza ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora