Prólogo

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Prólogo

Los Ángeles, 4 diciembre

"Avísame cuando vayas a embarcar".

Tengo que releer el mensaje por lo menos tres veces para asegurarme de que es real y no un sueño. Y eso que estoy bastante segura de que estoy despierta: las manos temblorosas que sujetan mi teléfono y las palpitaciones en mi pecho son prueba de ello.

Es solo que hace tanto tiempo que no veía su nombre en la pantalla que parece casi más una ilusión que la realidad.

De hecho, creo que de las últimas veces que hablamos fue en La Velada de Ibai Llanos. Sólo me hace falta subir un poco en nuestro ahora vacío chat de WhatsApp para comprobarlo.

Como siempre, tengo razón. Aunque no esté Borja para rebatírmelo.

Me acuerdo de ese día como si hubiera sido ayer, pues fue uno de los que más me marcó de los primeros meses viviendo en Los Ángeles.

Es como una de esas burbujas de Inside out. Imposible de olvidar.

Sonaba Saiko de fondo mientras me peleaba contra el tráfico. Una actividad habitual en mi rutina diaria. Era de las últimas canciones que había sacado antes de que yo me marchara a Estados Unidos y me transportaba a buenos tiempos: a los chicos, a los viajes...

La vuelta al mundo, jamás pensé que con lo dormilona que soy fuera a echar tanto de menos pasarme días sin dormir y editando como si me fuera la vida en ello. Pero daría lo que fuese por poder volver atrás en el tiempo a aquellos momentos.

Pero aquel día, el ritmo latino estaba terminando de ponerme de los nervios. Tenía el cerebro tostado de pasarme todo el día editando en frente de la pantalla, y lo único que quería era llegar a casa y poner el evento.

De tantos días, aquel era el señalado.

Llevaba con esa fecha marcada en el calendario desde que lo había comprado: trece de julio. Un circulo fluorescente alrededor.

Era la Velada. Y le había prometido a un tal Daniel Alonso que pensaba verle ganar. Y yo no soy de romper promesas.

Pero para eso necesitaba llegar a casa primero. Y como el coche de delante no se moviera, pensaba bajarme yo misma y empujarlo hasta que se apartara de mi camino.

Miraba el reloj como si eso hiciera que se moviera más despacio. No funcionaba.

Tenía quince minutos de margen hasta que ocurriera su aparición triunfal.

No paraba de escribir mensajes por el grupo. Jopa apenas podía responderme, el cámara estaba a cargo de grabar la mayor cantidad de contenido posible. Y no podía casi coger el móvil por el peso del micrófono.

En otros tiempos, hubiera estado yo para echarle un cable, colarme en la toma y asegurarnos de que todo saliese bien. Pero ese no era el caso.

Borja era quien me mandaba fotos con Lili de todas las cosas que iban pasando.

Al final, pareció que los astros se alinearon. Tenía poco tiempo, pero aparqué en el garaje y corrí a casa con las llaves en la mano.

Ni Usain Bolt, esprintaba tan rápido.

En la casa, conecté el directo de Twitch y luego me quité las zapatillas.

En ese orden. Importancia a lo importante.

Y a un minuto de que Plex saliera en escena, me llegó la video llamada de Borja.

—¡Alicia!—tres chicos que conocía a la perfección aparecieron sonrientes en mi pantalla. A penas oía nada por el ruido del estadio y del directo. Pero eso era lo de menos.

Cien Noches | YosoyPlex y AdridobylusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora