Con la enorme katana del Orangután descansando sobre tu espalda y la preciada flor cuidadosamente guardada, tú y tus compañeros avanzaban por el valle cubierto de nieve y vegetación. Cada paso parecía más pesado, no por el cansancio, sino por el olor fétido que impregnaba el aire, volviéndose más intenso a medida que se adentraban.
Shinobu frunció la nariz, levantando una mano delicada para intentar cubrir su rostro. Sus labios temblaban con una mueca de desagrado, y sus ojos, siempre observadores, parecían distraerse con la incomodidad. Sin pensarlo mucho, te quitaste la bufanda y se la ofreciste, envolviendo su rostro con cuidado.
Tn: Esto debería ayudarte.
Por un momento, Shinobu pareció sorprendida, pero rápidamente asintió con una leve sonrisa, sus ojos agradecidos brillando detrás de la tela. Para tu sorpresa, Obanai, siempre reservado, observó el gesto y, después de un momento de vacilación, extendió un pedazo de tela hacia ti.
Obanai: Toma. Considera esto un pequeño agradecimiento por salvarme de ese animal...
dijo con un tono que intentaba sonar desinteresado, evitando mirarte directamente.
Te quedaste mirando la tela, desconcertado por el gesto inesperado, pero aceptaste sin decir nada. Con el rostro cubierto, continuaron avanzando por la vegetación densa, aunque de reojo notabas cómo Shinobu, en momentos breves de distracción, olfateaba discretamente la bufanda que le habías dado.
De pronto, una voz ronca y cansada rompió el silencio del valle.
Mercader: ¿Le gustaría comprar una ofrenda?
El grupo se detuvo en seco. A unos metros de ustedes, entre la maleza, había una pequeña carpa, vieja y desgastada. Estaba rodeada de baratijas colgando de cuerdas mal tensadas, y parecía que un viento fuerte podría llevársela en cualquier momento. Detrás de una mesa improvisada, apenas visible entre el caos de objetos, estaba el mercader.
Tn: ¿Cómo carajos llegaste hasta aquí?
¿No escuchaste al Orangután gritar? ¿O a la serpiente albina?preguntaste, desconcertado, ante la abrupta aparición del hombre
El mercader, un hombre de rostro arrugado y piel pálida con manchas rojizas, apenas levantó la vista de las baratijas.
Mercader: Ah... Así que vio al señor del valle. Ciertamente, es un espíritu hostil. Pero eso no impide que los monos y algunos hombres le ofrezcan regalías a esa cosa.
Tn: la serpiente un espíritu? Como sea eso no responde a mi pregunta como llegaste aquí? Hay una forma de volver a Ashina?
preguntaste, entre la incredulidad y el cansancio.
El mercader se encogió de hombros, ignorando parte de tus preguntas.Mercader: Algunos como yo buscan lugares donde los espíritus y almas en pena se reúnan. Hay buen negocio en vender ofrendas a los que quieren interactuar con ellos.
Y en cuanto a como salir podría decírtelo...por una pequeña donación.con un gesto pausado, extendió una mano arrugada.
Cansado sacaste un par de monedas y las dejaste caer en su palma temblorosa.
Mercader: Cerca de aquí hay una cueva donde habitan las serpientes. Si consiguen pasar desapercibidos, llegarán a un viejo templo que conduce fuera del
El mercader se retiró entre tosidos, su piel pálida y el tenue olor a sangre indicándote que probablemente era una víctima de la dracogripe.
La cueva era un abismo eterno, donde ni un rayo de luz lograba penetrar. El aire era húmedo y pesado, amplificando cada sonido que hacían al caminar.

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La Espada Mortal (Tn x Harem Kny)
RandomEn su búsqueda por la perfección, Muzan kibutsuji secuestro a un niño que podría ayudarlo a alcanzar su anciada inmortalidad, sin esperarse que su acción provocaría la ira del shinobi más letal de todo Japón. No hay registros de tal asesino, solo s...