✨Capitulo 9✨

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Estación dos, Distrito trece, Año 1705
Asterin Kendrick

Cuando al fin salimos del castillo, después de haber hablado con mi padre, el peso de la conversación aún me abruma. Camino al lado de Ezequiel, sintiendo su presencia cálida y tranquila, pero sabiendo que lo mejor es despedirme de él. No tiene por qué cargar con mis problemas, ni involucrarse más de lo necesario.

El patio del castillo está en calma, con el sol de la tarde proyectando sombras alargadas sobre el empedrado. El sonido de nuestros pasos resuena en la quietud. Llegamos a la última entrada del castillo, el lugar donde su camino y el mío deberían separarse.

Me detengo. Ezequiel, extrañado, frena unos pasos más adelante y se gira hacia mí. Puedo sentir su mirada fija en mí, expectante, pero no tengo el valor de mirarlo a los ojos.

—Gracias por ayudarme —digo al fin, con voz suave, pero cargada de sinceridad.

—Era mi deber hacerlo —responde con esa calma tan suya, como si todo en el mundo tuviera sentido y no necesitara más explicaciones.

Niego con la cabeza, sin estar de acuerdo.

—No tenías por qué hacerlo, Ezequiel. Y, bueno... lo que dijo Jayden, eso de que eres mi novio... Lo siento mucho, de verdad. —Mis mejillas arden, y bajo la mirada, incapaz de controlar el sonrojo.

Un silencio breve, pero intenso, se instala entre nosotros. Y entonces, él sonríe.

—No te preocupes. —Hace una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Me gustó la idea.

Sus palabras me dejan sin aliento. Levanto la vista de inmediato, sorprendida, y me encuentro con sus ojos llenos de una calidez que no había notado antes.

—¿Qué? —pregunto, sin poder creer lo que acabo de escuchar.

—Me gustó la idea —repite, con un tono más bajo, casi susurrante.

Mis pensamientos se atropellan en mi mente. Trato de mantenerme firme, de no dejar que la confusión o, peor aún, la esperanza, se apoderen de mí.

—Nos veremos en otra ocasión —digo rápidamente, como si eso pudiera disipar el peso de sus palabras—. Gracias, de nuevo, por ayudarme. Eres... un buen amigo.

Ezequiel asiente con una pequeña sonrisa que no logro interpretar del todo. Luego, sin más palabras, se da la vuelta y comienza a caminar hacia la salida.

Me quedo en mi lugar, viendo cómo se aleja. Con cada paso que da, siento que algo dentro de mí se aprieta, como si una parte de mí no quisiera que se fuera. Cuando estoy convencida de que no mirará atrás, lo hace.

Se gira, y su sonrisa... Esa sonrisa es capaz de desarmar cualquier defensa. Sus ojos, verdes como un bosque al amanecer, se encuentran con los míos, y mi corazón se detiene por un instante.

Cuando desaparece de mi vista, suspiro profundamente y regreso al castillo. Mis pensamientos siguen revoloteando alrededor de él, pero intento apartarlos. Camino hacia el jardín de los cerezos, buscando la paz que siempre encuentro entre esos árboles en flor.

Me siento bajo uno de ellos y saco mi libro favorito, un libro de tapadera azul y bordes dorados. La historia es tan absorbente que el tiempo parece detenerse. Las páginas me transportan a otro mundo, alejándome de mis propias preocupaciones.

El sol comienza a ocultarse, y el cielo adquiere tonos dorados y rosados. Cuando finalmente miro hacia arriba, la luna ya está asomándose tímidamente en el horizonte.

—¿Tan tarde es ya? —murmuro para mí misma, levantándome de un salto.

Sacudo mi falda con las manos, quitándole cualquier rastro de tierra, y me apresuro de regreso al castillo. Los pasillos están en penumbra, iluminados apenas por las antorchas que arden en las paredes de piedra. El calor del día comienza a disiparse, y una brisa fresca se cuela por las ventanas abiertas.

✨ Noches de Luna y Deseo ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora