Capítulo 10

760 74 5
                                    

PAU

- ¿Qué hace ella aquí? -apoyé las manos en las rodillas y traté de controlar la respiración mientras veía como el entrenador se acercaba hacia la grada a saludar a su hija.

- Buena pregunta, chaval -Héctor me dio un par de palmaditas en la espalda.

Mi compañero de habitación se tiró al césped y cerró los ojos. No tardé mucho en tumbarme a su lado. El entreno se convirtió en un completo suplicio cuando a uno de los italianos se le ocurrió enzarzarse en una discusión con Carson. Y como consecuencia, tuvimos que correr durante dos horas y media, sin parar siquiera a beber agua. La peor tortura que podíamos tener y a la que por desgracia, nos estaríamos acostumbrando con el paso de los días.

- Es un cabrón -se quejó Héctor-, no puede ser que se le vaya la olla tanto.

- De Carson me espero cualquier cosa. Después de la manía que me tiene por no hacerle caso a su hija, mayor que yo encima y que apenas conozco...

- Es raro y turbio, pero tío, pasa. Sabes que su palabra no vale nada -intentó animarme.

- No vale nada en mi carrera deportiva, si es que la tengo. Pero aquí y ahora, es la única que sirve. Aunque últimamente estaba más benevolente, al parecer la hija se ha echado novio -fue Alma, quien a través de redes se dio cuenta de que estaba con alguien y desde entonces, el cabrón del entrenador me había estado tratando un poco mejor.

- Eres libre, hermano -me dio un par de palmaditas en el vientre-. Pero créeme, ándate con cuidado que nunca se sabe por donde va a tirar ese torturador.

- No espero nada, solo que me saque en los partidos. Como si me quiere odiar toda la vida -me pasé las manos por el pelo y suspiré-. Me cabrea, pero no puedo hacer nada.

- Quejarte, pon una queja. El de Educación Física parece simpático y se lleva bastante bien con Alma, tu... -insinuó y negué.

- Mi nada, somos amigos -casi me atraganto al pronunciar la última palabra, pero era más fácil así-. Es buena niña.

- Pues tío, ten cuidado porque creo que le molas y a parte de quien es, vamos es un rollo de situación, no le hagas daño. Tú mismo lo has dicho, es muy buena niña.

- Que va, no creo ¿no? No creo que yo pueda gustarle, hasta hace unos meses me odiaba -la excusa sonó convincente, al menos para mí.

El cielo se extendía sobre nosotros en un azul apagado, salpicado por algunas nubes que flotaban perezosamente, la lluvia nos dio tregua aquel lunes. El césped húmedo bajo mi espalda se sentía casi reconfortante después de las interminables carreras, sprints y ejercicios de resistencia que nos habían dejado al borde del colapso. Por no mencionar, las dos horas y pico que estuvimos dando vueltas sin parar de correr. A mi lado, Héctor, soltaba suspiros entrecortados, tan agotado como yo.

No hacía tanto que conocía a Héctor, pero había algo en él que me inspiraba confianza. No era alguien que hablara mucho, pero cuando lo hacía, siempre tenía ese tono despreocupado que te hacía bajar la guardia. En cuanto a apariencia podía parecer una cosa, pero cuando lo conocías te dabas cuenta de que era mucho más simpático y buena persona de lo que parecía. No era creído, tenía cierta timidez que no le pegaba absolutamente nada. En un internado lleno de egos y secretos, él era como un ancla firme. Podías contar con él para reírte, desahogarte o, simplemente, compartir el silencio sin que se sintiera incómodo. A pesar del poco tiempo, había llegado a confiar en él más de lo que confiaba en gente que conocía desde hacía más tiempo.

- ¿Qué crees que nos toca mañana? -murmuró Héctor, con los ojos cerrados y los brazos extendidos a ambos lados, como si intentara absorber la poca energía que quedaba del sol.

Royal ▪︎ PAU CUBARSÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora