Capítulo 1

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Luego de terminar de limpiar el desastre que había quedado en mí casa gracias a la fiesta del sábado por la noche para celebrar mi cumpleaños, papá me citó a una "Reunión familiar". No sé exactamente por qué las llamaba así. Éramos sólo él y yo. Mamá falleció cuando cumplí doce. Desde entonces nuestra familia se basaba en Alex, quien es mi padre, Betty, quien es nuestra ama de llaves, y yo, Madie. Más bien siempre éramos Betty y yo porque mi padre, si no estaba viajando por contratos, estaba en su oficina.

- Feliz cumpleaños número dieciocho – musitó dándome un abrazo muy fuerte. Me entregó una horrible caja de color marrón, era de tamaño de un estuche para lentes. La abrí y de ella extraje unas llaves... las llaves de un carro. Mi padre esperaba con impaciencia mi reacción, sus ojos verdes me miraban fijamente. Alcé la vista con una sonrisa.

- Gracias, te amo, te amo papi – lo abracé.

- No hay de qué Madie – se pasó una mano por el cabello canoso –Y hay un cosa más – sonrió.

- ¿Qué es?

- La grandiosa oportunidad de... – se detuvo, para agregarle tensión al momento – tener un empleo y pagar tu auto – Lo miré desentendida.

- Un momento – lo detuve – ¿Dijiste "Empleo" y "Pagar" en la misma oración?

- Exacto, no creíste que lo pagaría yo... yo solo pagué la primera cuota, ahora es tu turno querida – rió.

- Eres un pésimo padre. Uno muy malo.

- Yo también te amo – sonrió. Lo fulminé con la mirada – ahora termina tu café y lavas los platos de la cena.

Con los brazos cruzados y el entrecejo fruncido lo vi alejarse por el pasillo hasta su oficina. No estaba segura de si aquello era bueno o malo, pero no quise decir nada más y me dediqué a ordenar un poco.

[...]

La mañana siguiente desperté más que ansiosa, me preparé para ir a la escuela lo más rápido que pude; quería llegar presumiendo mi nuevo coche.

No lo había visto la noche anterior quería sorprenderme antes de salir por la mañana. Abrí la puerta de madera de la entrada, ya lista. Me quedé boquiabierta, frente al carro más bello del mundo... valdría la pena el empleo para pagarlo. Era rojo, descapotable. Clásico pero moderno. Era una belleza, mi belleza.

- Sabía que te gustaría – dijo papá saliendo de casa para entrar a su coche.

- Es una hermosura – reí y me subí, acariciando el volante cubierto en cuero blanco – ¡Oye! – le grité a mi padre antes de que partiera en el suyo. Él me miró – ¿cuánto te costó? – le pregunté.

- Cuánto te va a costar, mejor dicho – rió él – la factura está en el asiento del copiloto – me guiñó un ojo y se largó.

Tomé la hoja de papel que estaba a mi lado... Cuatrocientos dólares mensuales. ¿De dónde iba a sacar cuatrocientos dólares? Alex Jefferson quería torturarme, era obvio. ¿Era un castigo? Probablemente, pero... ¿Qué había hecho ahora para merecerlo?

Arranqué el bonito coche y partí a la escuela, intentando pensar en cualquier cosa que no fuese la presión de conseguir un trabajo para pagar por el lujo que me estaba dando. Tomé el camino junto a la costanera, el aire de la playa de Santa Mónica estaba algo frío debido a ser octubre, pero amaba la nueva sensación de ir con el descapotable abierto. Me sentía libre.

Aparqué el coche fuera de la escuela y bajé de él con una sonrisa que nadie me quitaría en semanas.

- No lo miren mucho, se gasta – reí para los que estaban observándome con detenimiento justo en la entrada. Me abrían paso como súbitos, sin embargo, miraban directamente mi carro nuevo, no a mí.

Dear Boss | 2015Where stories live. Discover now