PAU
— No me has hecho caso en una semana —bordeé el cuello de Alma y le di un beso en la mejilla.
Aproveché el contacto, por muy mínimo que fuera para oler su aroma, su dulce y delicado aroma. Que tanto había echado en falta aquellos días.
— Bueno, es que no fui yo quien dejó de hablar al otro —me miró abriendo los ojos y me retiró bruscamente el brazo—. Déjame en paz, Cubarsí.
Comenzó a andar por la explanada, alejándose de mí y de la multitud. Hacía más de una semana desde la última vez que nos besamos. Desde aquella última vez que estuvimos juntos en su habitación. Acabamos duchándonos juntos y aunque no pasó nada tuve que hacer un ejercicio de autocontrol bastante importante. Ella me acabó echando de la habitación, no quiso dormir conmigo y lo respeté. Acabamos el trabajo cada uno por su lado y el resultado fue bastante bueno para no habernos dirigido más de cuatro oraciones al día.
Volvimos a la misma rutina que el año anterior, a un tira y afloja sin sentido. Un juego absurdo que nos acababa consumiendo. Ella me miraba con odio, con enfadado. Yo no entendía el porqué. Al día siguiente no me acerqué, ella pareció molestarse y desde entonces nos habíamos dirigido la palabra. Aunque claro, daba igual que no habláramos, porque sin quererlo mis ojos se desviaban constantemente hacia ella y lo mismo le pasaba a Alma.
Siempre acabamos cruzando miradas y ella me resaltó una vez que dos miradas no coinciden más de dos veces por casualidad. Y joder, a mí me gustaba pensar que ella estaba en la misma onda que yo, pero ya vi que no era así del todo.
Me acabé el contenido del vaso de plástico y pensé en si andar, siguiéndola a una distancia prudencial o quedarme en la fiesta. Aquel era un buen momento para intentar hablar con ella y solucionar el problema, que no sabía cual era, pero si se enfadó, sería por algo.
Por suerte aquella noche no hizo frío, estábamos a finales de octubre y joder, la lluvia no había cesado en toda la semana. Estaba bastante cansado de ver cómo el cielo se descargaba a diario y no podíamos hacer nada. Entrenábamos dentro del pabellón, pero no era lo mismo. Apenas podía disfrutar del fútbol, el entrenador seguía siendo súper pesado conmigo y yo pasé de discutir con un señor que podría ser mi padre. Jodía, pero no podía hacer nada más.
La noche era fresca y el cielo estaba despejado, amenizando la velada. A pesar del bullicio de la fiesta en el jardín trasero del internado, apenas estaba prestando atención a la música ni a las risas de mis compañeros. Mis ojos la habían encontrado mientras se escabullía hacia la oscuridad, apartándose de todos, de mí.
Intenté convencerme de que debía dejarla ir, de que no valía la pena seguirla. Pero algo dentro de mí, una mezcla de orgullo, atracción y esa incomprensible sensación de querer estar cerca de ella, aunque no sabía para qué, me hizo ir tras ella. Así que, casi sin pensarlo, me aparté de la fiesta y empecé a seguirla.
El camino se volvía más oscuro a medida que avanzaba, alejándome de las luces del internado. Ella caminaba rápido, como si intentara perderse en el trayecto, y yo mantenía cierta distancia, intentando no hacer demasiado ruido. Pronto, el bosque rodeó el sendero en una penumbra cada vez más densa, con la luz de la luna apenas filtrándose entre las ramas. Mis pisadas eran amortiguadas por el suelo cubierto de hojas y musgo, y el aire, fresco y algo húmedo, parecía cortar mi respiración.
De repente, la vi. Alma se detuvo frente a una estructura imponente que parecía sacada de otro tiempo, la iglesia gótica, con muros de piedra oscura y torres afiladas que parecían querer rasgar el cielo. La puerta, de un pesado roble envejecido, estaba entreabierta. Aun desde fuera, podía ver las sombras de los bancos, la penumbra rota apenas por la luz de la luna que se colaba por los vitrales rotos.
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Royal ▪︎ PAU CUBARSÍ
FanfictionALMA Creía que lo tenía todo para brillar, que el mundo estaba bajo mis pies y que era capaz de conseguir todo lo que me propusiera. Pero de la noche a la mañana mi vida cambió, le dejé entrar y desde entonces comencé a vivir una condena que acabarí...