✨Capitulo 3✨

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Jayden Hendrix:

Después de que mi luna se marchara, me encuentro frente a una última audiencia con uno de los habitantes de la manada, un hombre de aspecto humilde que se presenta ante mí con evidente nerviosismo. La sencillez de sus ropas y la forma en que evita mirarme directamente reflejan su posición y su respeto hacia mí. Con voz vacilante, el hombre expone su solicitud para visitar a un familiar en otra manada, sus palabras tambaleándose mientras explica la importancia de este viaje. Mantenía los ojos fijos en el suelo, como si temiera que mirarme directamente fuera una falta de respeto.

Escucho en silencio, conteniendo un suspiro de cansancio. Mis pensamientos están lejos, sumergidos en el vacío que dejó la partida de mi luna. Sin querer prolongar la jornada, finalmente hago un leve gesto con la mano y le concedo la autorización.

—Permiso concedido. Puedes marcharte —respondo con voz neutra, esperando que mi tono le indique que la audiencia ha concluido.

El hombre se apresura a hacer una torpe reverencia, sus manos temblorosas agradecidas. Su alivio es palpable, y no pierde un segundo antes de retirarse, dejándome solo en la inmensa sala de tronos. Tomo una respiración profunda, dejándome envolver por el silencio que ha quedado tras su partida. Mis manos aún sostienen los documentos de la audiencia, pero mi mente está en otro lugar, atrapada en los recuerdos recientes. Las imágenes de mi luna se filtran en mi mente, evocando una mezcla de añoranza y dolor que me hace sentir que estos muros están demasiado cerca, como si me aprisionaran.

Necesito salir de aquí. Alejarme de estos pasillos que hoy me parecen pesados, asfixiantes.

Camino hacia la puerta, deteniéndome ante uno de los caballeros que la custodian con firmeza imponente. Le extiendo los papeles, mi gesto cargado de una orden que él recibe de inmediato.

—Entrégale estos documentos al Beta Alexander —le indico, sin mirarlo. Mi voz suena distante, como si ya estuviera en otro lugar.

—Sí, majestad —responde con reverencia, tomando los papeles y marchándose para cumplir con su tarea.

Cuando ya no tengo nada que me ate a esta sala, dejo caer mis hombros, permitiéndome unos segundos de vulnerabilidad. Salgo de la sala de tronos, y cada paso que doy en los fríos pasillos del castillo retumba en el aire pesado. Estas paredes, que durante años me han ofrecido protección y fortaleza, hoy me parecen opresivas, como si cada piedra supiera el peso que cargo. Me he convertido en el rey que mi padre quería que fuera, en el líder que mi gente espera, pero encontrar a mi luna me ha recordado todo lo que también he perdido.

Saber que ella ha perdido a sus padres toca una herida en mi interior, una que nunca ha sanado del todo. La muerte de mis propios padres sigue siendo una sombra que me acompaña, un recordatorio constante de la responsabilidad que cayó sobre mis hombros y de la culpa que siempre he llevado conmigo. Aquel fatídico día cambió mi vida para siempre, y aunque he aprendido a soportar el peso, nunca lo he soltado del todo.

Casi sin darme cuenta, en un arrebato de frustración, me llevo las manos a la cabeza y arranco la corona que adorna mi cabello. Siento el metal frío en mis dedos, y lo sostengo unos segundos, contemplando el dorado que reluce bajo la luz de las antorchas. Para muchos, esta corona es un símbolo de poder; para mí, a veces, es solo una carga. La dejo sobre una mesa junto a un jarrón que solía encantarle a mi madre, un detalle decorativo que permanece aquí, como un vestigio de su presencia. La observo por un instante, la curva perfecta de sus adornos, y entonces me doy la vuelta, alejándome a paso firme.

No tardo en salir del castillo, mi mente enfocada en el deseo de escapar de todo. Atravieso el vestíbulo, y mis pasos se aceleran hasta que empiezo a correr, el sonido de mis botas retumbando en el suelo. La opresión en mi pecho comienza a disiparse con cada zancada, y, finalmente, salgo por las puertas principales. El aire frío y cortante de la noche me golpea el rostro, despejando mi mente y mis sentidos. Sin detenerme, doy un salto, permitiendo que la transformación tome el control de mi cuerpo. Siento cómo mis huesos se rompen y se reacomodan, el pelaje negro cubre mi piel, y mis ojos azules, tan propios de mi linaje, se tornan dorados, reflejando la esencia de mi forma animal.

✨ Noches de Luna y Deseo ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora