Capítulo 2

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Hasta los hombres que se encontraban en su forma lobuna bajaban la cabeza. Al subir completamente la mirada, topé con un par de ojos increíblemente azules. Estiró su mano hacia mi. Pero como tenía un orgullo que proteger claro que lo rechacé y me puse de pie sola, cosa que no salió como yo esperaba. Ya que tropecé con mi pie que aún dolía por la bomba y caí sobre él. Sus manos calientes me atraparon y el simple tacto hizo correr una peligrosa electricidad por todo mi cuerpo, lo que en cierta forma no odié tanto. 

Sus pupilas azules tenían una pizca de café, debía medir al menos un metro ochenta, quizá un poco más. Piel bronceada, cabello castaño, nariz fina, labios no muy delgados pero tampoco muy gruesos, diría que promedio. Quizá de unos veinticinco años máximo.

-¿Has acabado de comerme con la mirada?- ríe y se cruza de brazos.

-¿Disculpa?- respondí atontada intentando verme como si no supiera de lo que hablaba.

-Que si has acabado de comerme con la mirada, con cuidado, no se te vaya a salir la saliva- ríe. Sus hombres rieron también.
-¿De pronto eres un payaso?- la pregunta escapó de mis labios. Mis manos sudaban de la adrenalina, mi cerebro me suplicaba que por lógica no me enfrentara a un alfa. 

-Cuida tus palabras, ve a quien le hablas- dice Gabe. Mis ojos cayeron sobre la mandíbula del alfa, quien la apretaba tanto que podía ver cada movimiento. Sus ojos azules veían la sangre caliente que caía de mi frente y sin apartar la vista de mi, se dirigió a Gabe. 
-Lo dice quien deja claro su punto de que vale una mierda mis órdenes, dije que los quería en una línea, no que te diviertas con una humana- voltea la mirada hacia Gabe, quien la baja arrepentido.

Mordí mi labio. Aun con la rabia en la punta de mi lengua, mi corazón se relajaba y mis piernas dejaron de temblar, sentí una paz inexplicable. Él me estaba defendiendo de sus propios hombres, de ser posible que unos ojos corten en pedazos a un ser, Gabe ya sería un puré en el plato del alfa. Era diferente ser defendido por mis padres y él. Se sentía peligrosamente satisfactorio.

-Toda una leona- dice en mi dirección con una sonrisa pícara en los labios. Sentí mi corazón derretirse. Mis mejillas se prendieron en fuego. Vamos Vanessa, no actúes como adolescente.

Dos chicos tomaron a Gabe de los hombros ignorando sus gritos y suplicas, se disculpaba ante el alfa, como si a él le hubiera hecho algún daño. Parecía haber escuchado mis pensamientos, ya que con un gesto estudioso en mi dirección, alzó su dedo indice con el resto de su puño cerrado. Sus hombres en lugar de alejarse con Gabe entre sus brazos, regresaron, poniéndolo de rodillas frente a el alfa. Él en respuesta extendió su mano nuevamente hacia mi, mi cerebro rogaba porque no la tomara, pero mi mano pareció cobrar vida propia, ya que sola tomó la de él. De un suave tirón me puso frente a Gabe, asi él quedaba frente a mi de rodillas.

-No te debes disculpar conmigo, sino con ella- dijo no tanto como un comentario, sino como una orden. Noté los ojos de Gabe tornándose amarillos, tal como el oro siendo derretido. Un ligero gruñido escapó de su garganta y sin apartar la vista de la mía, maldijo bajo. 

-Lo lamento- dijo, sin más. Mi boca casi cae al suelo, así como la de muchos más. No me atreví a ver a mis padres, no era necesario para saber lo sorprendidos que ellos debían estar también. Sin decir ni una palabra, solamente con un gesto los hombres del alfa nuevamente tomaron a Gabe de los brazos y se lo llevaron lejos, junto con sus gritos. 

-¿Qué edad tienes?- preguntó el alfa posicionándose frente a mi, tapando la vista del ataque. Ellos... estaban castigando a Gabe. 
-¿Por qué te diría mi edad?- estúpidamente pregunté, él me había defendido de sus hombres, pero aún así, no quitaba el hecho de que por su ambición había pasado todo esto. 
-Porque lo he preguntado amablemente- con la curva de sus labios sonriendo, se formaron pequeños hoyuelos en cada mejilla. Noté en su piel como recién se había rasurado. Mi estómago se revolvió. 

-¿Qué edad tienes tú?- pregunté cruzada de brazos.
-¿Qué edad crees que tengo?- lentamente caminaba frente a las personas en fila. Cada una retrocedía atemorizada. La mayoría ni se movía. Como si el alfa fuese un dinosaurio y moverse implicara que se los comiera. Debía hacer tiempo para que mis padres pudieran liberarse y pelear, no podríamos y no dejaríamos que ellos nos vencieran. No después de tantos años luchando. 
-No pareces tener más de veinte- dije, analizando cada uno de sus pasos. Él sabía lo que hacía. Sabía que mis ojos estaban sobre él, lo disfrutaba. Tener de toda mi atención. 
-Lamento decepcionarte, tengo veinticuatro- se detuvo frente a papá, quien sin miedo lo retaba con la mirada. El alfa doblo sus piernas incándose junto a papá, sin ponerle mucha atención a su mirada lo analizó de pies a cabeza. 

-El padre- murmuró sonriendo como el gato de Alicia en el País de las Maravillas. Siguió caminando frente a las personas que aún estaban de rodillas frente a él y se detuvo frente a mamá. Mi corazón se fue al suelo. -La madre- se limitó a decir. ¿Cómo supo quienes eran mis padres? ¿Les haría daño? Mamá a como era ella, lo observó directo a los ojos sin confirmar si era o no mi madre. 

-¿Serías tan amable de decirme el nombre y edad de tu hija?- preguntó a mamá, quien en respuesta me vio a los ojos, ella siempre me enseñó a defenderme por mi misma. No depender de nadie, menos de mis propios padres. 

-Yo tengo una voz, puedo contestarte sobre mi misma- dije acercándome a mamá, en cuestión de segundos un hombre del alfa se interpuso, como si quisiera proteger a su líder de mi. De mi. Bien hacía, ya que de tener la oportunidad sin ninguna duda le cortaría el cuello. Su alfa en respuesta lo vio serio, sin decir una palabra. Casi parecían poder comunicarse entre sus mentes. Su hombre inclinó su cabeza y retrocedió sin verme, dejándome pasar.

-Claro que tienes voz, eso ha quedado bastante claro- dijo sarcástico viéndome ahora a los ojos. Sus ojos tenían esa habilidad de debilitar la fuerza de mis piernas. Se puso de pie y se acercó a mi, quedando frente a mi rostro. Tuvo que inclinarse solo un poco para poder quedar a mi altura, o al menos, lo mas cerca posible. 

-Clarissa, veinte- respondí sin pensar y mi corazón latió con fuerza, delatando mi mentira. 

-Vamos pequeña leona, no puedes mentirme, te delatas sola- mis manos sudaron de nuevo ante el apodo. Pequeña leona
-Vanessa, veintinuno- me sentí mejor al decirlo. Pero aún tenía un nudo en mi garganta difícil de tragar.

Sonrió complacido.
-¿Tan difícil era?
-Sí.

Sonrió de nuevo mostrando sus blancos dientes bien alineados y formando dos hermosos hoyuelos en sus mejillas.
-Ella se va conmigo- dijo sin apartar sus ojos de los míos. Mi alma se fue hasta el inframundo, si no es que más allá. Inhalé aire sorprendida y giré en dirección a mis padres, quienes ya estaban siendo sujetados de los brazos, obligándolos a caminar hacia los autos. Lobos en autos. Claro que debían tener, tanta gente que se llevan, no sería fácil si los cargan sobre sí mismos. 

-¡Papá!- grité. Quise acercarme a él, pero el alfa me detuvo abrazándome de la cintura con un solo brazo.
-¡Vanessa! ¡No olvides tu entrenamiento!- gritó mi mamá y lo último que pude ver de ella fueron sus rizos pelirrojos volando cuando fue metida en un auto. 
-Yo lo pensaría dos veces, sería sencillo atraparte Pequeña Leona- rió el alfa en mi oído mientras me sostenía para no correr -Además, nadie más te protegería como yo.

-¡Déjame imbécil! ¡Papá! ¡Mamá! ¡Noooo! ¡¿A dónde los llevas?! ¡¿Por qué?!
-Son mi seguro- dijo jalando de mi brazo para que caminara.

-¡¿Tu seguro?!
-Para que no huyas- terminó de decir, abrió la puerta de la camioneta y me obligó a entrar.
-¡NO! ¡DÉJAME! ¡MAMAAAAA!- 

Golpeé la ventana, el techo. Las puertas delanteras se abrieron. En el conductor entró el chico que antes hablaba con Gabe. En el copiloto el alfa.
-No te saldrás con la tuya- aclaré.
-Ya lo hice- dijo viéndome por el retrovisor guiñando un ojo.
-¡Ah! ¡Hijo de...!- la puerta junto a mi se abrió, entró otro chico que no había visto y me sostuvo de moler al alfa a golpes.

-¡YA VERÁS HIJO DE PERRA!

Me podrá llevar a la fuerza, pero jamás me tendría tan fácilmente. Derramaría sangre antes de dejar que alguien se saliera con la suya de esta forma. Pero no la sangre de cualquiera, sino su sangre. 

AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora