ALMA
Me costaba respirar. Sentía el aire atrapado en mi pecho, como si no pudiera llenar los pulmones por completo. Me ahogaba a cada paso que daba. Apreté los puños, dejando que las uñas se hundieran en la piel, como si el dolor fuera a mantenerme en la realidad y no en una vida paralela donde no estuviera huyendo.
Corre, corre, corre. Era lo único que resonaba en mi mente.
Apenas podía escuchar algo más que los latidos de mi corazón en mis oídos, pero sabía que él estaba ahí, lo sabía. El eco de sus pasos sonaba demasiado cerca, siempre a la misma distancia. No incrementó, ni disminuyó el paso. Ahí seguía, acechándome a casa paso que daba.
Me lo encontré al salir de mi habitación. Apoyado sobre la pared de enfrente y con esa sonrisa malévola me saludó. Alcé la cabeza de forma breve y seguí mi rumbo con la certeza de que me estaba siguiendo. Y al meterme en el ascensor, lo comprobé. Will me estaba siguiendo.
Una semana, tan solo habían pasado siete días y me encontré con un chico muy distinto al que conocí dos años atrás. Parecía que le habían lavado la cabeza y no sé si realmente siempre fue así, o se estaba comportando como un auténtico acosador. Su madre seguía igual de insistente y pesada, en siete días fui ocho veces a su despacho. Y él estaba todo el día pegado a mí, me incomodaba y joder, me empezó a agobiar que flipas.
Había bajado tres escalones de un salto, arriesgándome a torcerme un tobillo, pero él seguía detrás. No quería girarme. No quería darle la satisfacción de verme aterrada. Así que no miré atrás. Me persiguió por todo el internado y mi única vía fue bajar hasta las catacumbas, donde sabía que se estaba celebrando la primera fiesta clandestina.
Viernes. Primera semana de clases, superada. El momento perfecto para desconectar. Las fiestas ahí abajo siempre eran frecuentes y más cuando no nos dejaban salir porque estaba cayendo el diluvio universal. Pocas veces bajé, pero aquel día, fue mi única opción, la mejor vía de escape. Y con un poco de suerte, me encontraría con alguien de confianza con quien pudiera estar. Porque Will solamente se acercaba a mí si estaba sola. Cuando estaba con alguien no se atrevía a estar a mí alrededor.
En aquel momento no pude pensar y la única salida que se me ocurrió, la única esperanza, eran las catacumbas. No es que fuera un refugio seguro, pero al menos había mucha gente allí abajo, la mayoría ebrios o demasiado ocupados divirtiéndose como para prestar atención a una chica que corría como si su vida dependiera de ello. Esa noche, después de la primera semana de clases, la celebración se había hecho realidad. Sabía que allí podía perderme entre la multitud. Si él decidía seguirme, al menos no estaría sola.
Doblé la esquina del pasillo y casi me resbalé al detenerme frente a la gran puerta de madera que llevaba al sótano. Mis piernas temblaban de tanto correr y mi corazón martilleaba con fuerza, pero empujé la puerta y comencé a bajar por la escalera de piedra. Los escalones eran angostos y empinados, descendiendo en espiral hacia la oscuridad, donde la luz de las lámparas se regresaba cada vez más tenue. La música retumbaba en el aire, el sonido se hacía más fuerte con cada paso que daba, como si la tierra misma vibrara al ritmo de los bajos.
Al llegar al último escalón, una ola de alivio me recorrió. Me mezclé con el grupo de estudiantes que había bajado antes que yo, esperando que mi Will se desorientara entre la multitud. Las catacumbas eran un laberinto subterráneo, un enredo de túneles y bóvedas sobredadas que alguna vez habían servido como almacenes o incluso criptas. Ahora, bajo la luz anaranjada y entre las sombras móviles, parecían otro mundo escondido bajo el internado.
Avancé más, buscando perderme entre los cuerpos que bailaban y las risas que se mezclaban con el ruido ensordecedor de la música. Sentía las vibraciones del suelo en mis pies, como si la tierra latiera al compás del ritmo. Traté de llegar a un rincón oscuro donde pudiera ocultarme hasta que me perdiera de vista y pudiera volver a mi habitación.
ESTÁS LEYENDO
Royal ▪︎ PAU CUBARSÍ
FanfictionALMA Creía que lo tenía todo para brillar, que el mundo estaba bajo mis pies y que era capaz de conseguir todo lo que me propusiera. Pero de la noche a la mañana mi vida cambió, le dejé entrar y desde entonces comencé a vivir una condena que acabarí...