Capítulo 3

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PAU

Apoyé las manos en las rodillas y recuperé la respiración mientras veía a mis compañeros caer sobre el césped. Primer día de clase, primer día de entrenamiento y no eran ni las ocho de la tarde y ya estaba agotado.

El sudor me caía por la frente, estaba a punto de perder los estribos, me aislé y recuperé la respiración. El entrenador la tenía jurada conmigo, no sé que le hice, pero me trataba fatal. No era santo de su devoción por lo visto y se pasó todo el entreno puteándome. Porque me necesitaba, si no tenía muy claro que no me seleccionaría con el primer equipo del internado.

Era el mejor central que tenía y eso le jodía porque si por él fuera me pasaría todos los putos partidos en el banquillo.

Quizás fue porque no quise tener nada con su hija, cosa que me parecía ilógica, pero era la única vía posible para justificar su actitud. Era tres años mayor que yo, ni siquiera recordaba su nombre. La conocí el año anterior, en la cena de año nuevo que celebraban una semana antes de terminar el año y de las vacaciones de Navidad. La chavala se mostró interesada y tal, pero a mí no me iba en absoluto ese rollo y menos con una tía que me sacaba tres años y yo era mayor de edad, por aquel entonces. Puede que le vacilara un poco y me riera con mis amigos, pero ya está, no fue tan profundo.

Por lo visto, le faltó poco tiempo para irle con el cuento a su padre y desde entonces, era un capullo conmigo. No fui lo que su hija esperaba y me llevé la peor parte.

- Hemos terminado por hoy, chavales -escuchar aquellas palabras fue música para mis oídos.

De dos horas que deberíamos haber estado, estuvimos cuatro. Justificó el exceso de tiempo con que no estábamos lo suficientemente en forma y que debía cansarnos para que al día siguiente rindieramos más. Que no estaba en forma, decía. Me tiré todo el verano en un puto campamento, dejándome el alma y jodiéndome la rodilla para recuperar mi puto nivel tras la lesión. Entrenaba y jugaba día y noche.

Cuando mis padres me mandaron a Irlanda me cabreé. No entendía porque me sacaron de Barcelona a la fuerza, justo cuando estaba a punto de despegar me lesioné, estuve un año y medio jodido y mi comportamiento dejó mucho que desear. A escondidas mandaron la solicitud y tardaron menos de un mes en aceptarme. Por lo visto quería talento nuevo que hiciera despegar el deporte en el internado y el fútbol llevaba años estancado. Al llegar todo fue muy raro, enseguida hice grupo con Lamine y Marc, con una situación similar a la mía, y no tenía que esforzarme en hablar en inglés. Me daba bastante pereza y refugiarme en gente que hablaba español fue lo mejor que pude hacer. Por no hablar de la princesita, pero ese es un tema aparte.

No fue tan mal como imaginé. Fue bastante bien, pero delante de mis padres nunca lo confesaría. Me gustaba hacerles ver que me habían arruinado la vida mandándome allí. Y lo cierto es que en parte, lo hicieron. Me perdí una oportunidad de oro con el Barça y eso no se lo iba a perdonar en la vida. Pero por otro lado, lejos de ellos hacía lo que me daba la gana y comencé a disfrutar de la libertad que me proporcionaba estar lejos de casa.

Rotura del ligamento cruzado anterior y del menisco. Me jodió la vida con catorce años. Y cuando por fin creía estar bien, jugué, me puse al límite y caí otra vez. Retrasé mi vuelta al terreno de juego por insensato e impaciente. Y las consecuencias fueron muy distintas a las que estaba acostumbrado.

Irlanda. Lejos de casa. Jugando en una ligucha de instituto, con los ojeadores siguiéndome con precisión. El entrenador no me lo decía, pero había interés en mí. Y con eso me quedé. Me arruinaron la oportunidad de mi vida y solo me quedaba seguir esforzándome para recuperar esa oportunidad y conseguir el sueño de mi vida de ser futbolista profesional.

Royal ▪︎ PAU CUBARSÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora