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El cielo se perturba ante su mirada. La lluvia cae pero ella no tiene intenciones de regresar a casa esta noche. La luna no aparece y la oscuridad lo domina todo. Ella llora. Llora con la nostalgia clavada en el alma y el dolor ardiendo en sus ojos. Ya no hay cuentos antes de dormir ni besos de buenas noches, ya no hay abrazos, ya no hay cariño. Palabras silenciosas reposan en las gotas de lluvia que no cesan, que solo le golpean en el vacío recordándole que está ahí, porque el vacío siempre está ahí. No desaparece, jamás lo hace.
Y la noche es testigo de que ella no regresará a casa esta noche mientras baña su rostro y ve su aparente entereza. El cielo la observa mutilarse sin mover un solo músculo. Nadie la ayuda. Nadie la ve. Y aunque sus ojos se cierran, el dolor aún permanece en ellos, clavándose en el cielo. Y ahora su sonrisa se ve tan falsa como siempre, solo que ahora no se esfuerza por fingirla, la deja extenderse falsa y miserable por su rostro, la deja vivir forzándola a apreciar el dolor en todo su esplendor.
Y los autos que pasan no saben que ella no regresará a casa esta noche. Siguen su camino, pero a ella no le importa porque no quiere lástima ajena o ayuda sin fundamentos. Ella solo quiere no regresar jamás a casa.

ReflexionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora