Caminaba como si no moviera los pies bajo su larga falda y movía los brazos en un perturbador compás, acompañando el movimiento con los hombros, casi como si se deslizara como una serpiente de cascabel, haciendo resonar sus muchas cuentas. Al alcanzar nuestra posición en el valle, se detuvo, se inclinó sobre el pequeño omega Hámsto como una especie de monstruo al ataque, y susurró:
—¿Llego tarde? Odiaría llegar tarde, pero he tardado un poco más de lo que esperaba. No estoy nada acostumbrada a caminar por los bosques y estas colinas rocosas. No paraba de tropezarme y el vestido se me enredaba entre las raíces, era un horror. —Después de un breve silencio, añadió —: Y la verdad es que también me he perdido un poco de camino aquí.
—N...no, Má, no llegas tarde —consiguió decir el omega, visiblemente acojonado por el aspecto aterrador de la chamana.
—Oh, bien, bien —susurró ella—. Me alegro.
Entonces, se incorporó y se quedó con la mirada perdida al frente, como la estatua de un cementerio gótico.
—Joder... —murmuré, echando una rápida mirada al alcalde Zoro, por si pensaba lo mismo que yo.
El alfa, se llevó un único dedo a los labios y pidió silencio antes de observar el cielo nublado a la espera de que llegaran los betas. Aquello no había ni comenzado y ya parecía destinado al desastre. Su plan, claro, no mi plan. El mío no comenzaría hasta alcanzar el exterior.
Un helicóptero del ejército apareció sobre nuestras cabeza unos diez minutos después, descendiendo con un rugido de aspas y un viento huracanado. Retrocedimos un par de pasos y nos cubrimos el rostro, protegiéndonos de la gravilla y el polvo que se estaba levantando. La Má no, la Má se quedó allí plantada con su vestido y su velo flotando violentamente a sus espaldas mientras su cuerpo alargado quedaba marcado por completo.
Si los betas enviados no estaban nerviosos todavía, ahora lo estarían. Al tocar suelo, la puerta del helicóptero se abrió y los dos soldados en el interior miraron a Súrica con una mueca de sorpresa y recelo.
—Entrad —nos dijo uno de ellos.
Zoro fue el primero en subir, confundiendo la mano que le ofrecía el soldado como ayuda, con una muestra de cordialidad. El alcalde le agarró de la muñeca y la agitó un par de veces mientras decía:
—Encantado de conoceros —después, subió de un simple salto al helicóptero sin ayuda ninguna.
Hámsto sí aceptó la mano, porque con su metro cincuenta no iba a poder subir solo. Después, se sentó en uno de los asientos y se puso el cinturón de seguridad mientras apretaba los dientes y tensaba los bigotes. Un omega de madriguera como él, iba a pasarlo muy, muy mal volando.
La tercera fue la Má, quien, de pronto, pareció materializarse en el interior del helicóptero, sorprendiendo a los soldados distraídos. Fue una puta delicia cuando uno de ellos se dio cuenta y
gritó del susto antes de golpearse la espalda contra la pared. La chamana bajó la mirada del frente y clavó sus ojos oscuros en él sin decir nada.
Con una sonrisa cruel, di un salto y alcancé el interior, inclinándome para poder caber allí dentro. Me dejé caer en el asiento al lado del alcalde y tamborileé los dedos contra mis rodillas. Los soldado me veían sonreír y muy calmado, pero por dentro estaba a punto de explotar.
Ellos me llevarían junto a mi Beomgyu después de los tres días más puto horribles de mi vida —y eso era decir mucho viniendo de mí—, en los que había tenido que quedarme esperando, incapaz de hacer nada.
—¿Nos vamos ya? —pregunté sin dejar de sonreír.
Los betas asintieron y, muy incómodos con nuestra presencia y las cosas raras que hacíamos, mandaron un mensaje al piloto para retomar el vuelo. No se me escapó que llevaran armas escondidas tras la tela de camuflaje que ocultaba una de las paredes; ni que, el copiloto, llevaba un casco protector igual al del uniforme de los soldados alfa.
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Un omega diferente | Yeongyu
FanfictionBeomgyu es un omega diferente puesto que jamás había tenido la oportunidad de interactuar con los de su clase, pero una misión de emergencia hace que todo cambie Adaptación
Mi tigrestico plan
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