Luna Llena De Amor

18. Tormenta

—¿No te cansas?

—¿De tenerte dentro de mí?—hago como si estuviera pensando y le doy un beso—No. Me encanta sentirte mientras me llenas.

Me restriego sobre él y le saco un gemido. Lo beso y él me regresa a estar de espaldas en la cama. Segundos después está dentro de mi otra vez y la verdad es que no, no me canso de que me folle como lleva haciéndolo horas.

—Me alegra mucho que no te canses, porque la verdad—me embiste—Yo nunca me cansaré de estar dentro de ti y follarte hasta llevarte al cielo.

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Puedo escuchar el corazón de Emersson, tengo la cabeza recostada sobre su pecho y mis piernas entrelazadas con las suyas. Su pecho sube y baja tan en calma que no parece lo agitado que sonaba hace unos minutos.

Sonrío y él parece percibirlo, porque me toma del mentón y me jala para dejar un beso muy suave en mis labios.

—¿Porqué sonríes?—pregunta sobre mis labios.

—Tú también estás sonriendo.

—Es que yo estoy muy satisfecho.

—¿Si?

—Así es.

Me toma de la cintura, pero segundos después vuelvo a recostarme sobre su pecho.

Tenemos una plática pendiente. Justo voy a comenzar a hablar, pero él se me adelanta.

—Alguien parece haber percibido el olor de tu magia, porque pude sentir el olor de un hombre lobo y un hechicero que se acercaba por el bosque.

—¿Te enfrentaste solo a ellos?

—Rory me acompañó para interceptarlos a medio camino, no fue tan difícil vencerlos, pero uno de ellos me hizo la herida en el pecho y no se regeneraba. Creo que es la misma magia con la que tú me heriste la otra vez, porque apenas y se curaba muy lento aún después de destransformarme.

Escucho con atención y dejo un beso en donde estuvo esa herida, luego me incorporo para sentarme sobre su torso y él se sienta, se recuesta en la cabecera de la cama y me toma de la cintura.

Ambos estamos desnudos, pero aún así no hay nada sexual en este momento. Es como las veces en las que hemos dormido juntos simplemente abrazados.

—Perdón por causar todo esto.—me comienza a temblar la voz—Perdón por no poder controlar mi magia y perdón por no estar contigo para curarte en ese momento.

Él parece desesperado, me toma por las mejillas y me habla despacio.

—No, Esmeray. Tú lo estás haciendo muy bien. No tienes la culpa de nada de esto. No quiero que vuelvas a culparte.

—Pero ya debería de haber aprendido, tendría que saber pelear más o controlar mi magia.

—Y sabes hacerlo. ¿Quién me sanó cuando vine herido?

—Pues... yo.

—¿Quién le quebró la mandíbula a Clarisse?

—¡Eso no cuenta!

—¿Quién?

—Yo.—acepto, cruzándome de brazos.