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—¿De qué estás hablando, Yugyeom? Esa es una declaración demasiado fuerte

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—¿De qué estás hablando, Yugyeom? Esa es una declaración demasiado fuerte. ¡No juegues así! ¡No puedes incriminar a un hombre inocente de esa manera!

—¡No es ningún inocente! —Me grita con lo poco que queda en él. Sus ojos y gestos dejan en claro, cómo quiere liberarse pero a la vez detener el tigre dentro sito. Su voz que antes parecía querer gritarme hasta mis peores pecados, ahora se debilitó igual que el final de un río. —Ese tipo estuvo en la fecha y lugar donde asesinaron a mi madre. Yo lo vi con mis propios ojos cuando escapó. La dejó ahí botada como si fuese nada. A mi madre, Dohee. ¿No lo entiendes?

Una sensación extraña me envolvió completa que me hizo imposible reaccionar a tiempo. Solo tenía frente a mi la imagen de Yugyeom derrumbándose por lo que confesaba, detrás de solo sus palabras, enfrentaba el duelo de aquel aparente secreto escondido tal cual una caja fuerte con polvo, de la cual se olvidaron con el tiempo. Verlo de cierta forma desesperado, encontrando una manera de querer sacarlo todo pero sin involucrarme, me dejaba el nudo en la garganta. La extraña confesión repentina por el hombre con el cual anteriormente intercambiaba una que otra sonrisa me había dejado perturbada. El vago recuerdo de lo que era una comida tranquila, se convirtió en una pantalla en negro pausada por la información que ahora mi amigo, me propinaba. El sabor amargo de los alimentos los hacía sentir igual que lo metálico de lo que podía ser la sangre. Yo no sangraba, pero lo amargo de las gotas que aquellos estaban derramando me perseguían.

Lo repito, no conocía a Jaebeom, pero tampoco tenía porque juzgarlo fácilmente. Sabía denominar el precio justo de las personas ocultas como él, al menos, fue parte de mi clave para ser cercana y ayudar a desempeñar mejor algo de mí para evitar más accidentes. Sin pensarlo, termine empujándome a la orilla del próximo choque que causaría mi confusión, preocupación y exaltación completa. De alguna forma, logré crear una puerta que me seguiría en esta casa sin salida. El camino que llevaba me enterró para darme una cachetada realista. Atraje de una manera inesperada a Yugyeom al abismo para ahogarlo sin pensarlo. Él ya ni siquiera me miraba, solo apretaba sus ojos queriendo que esas lágrimas no salieran. Lo conocía, él no demostraba ese lado tan débil que podía salir, más con el tema de lo que era su madre, su progenitora, la mujer que le dio la vida.

Esa historia que tanto me había negado en el pasado, había salido de su boca de la forma menos esperada por mi, haciéndome sentir del asco como amiga cercana a él.

—Yugyeom. ¿De qué..-

Antes de continuar, él me detiene de golpe.

—Olvídalo. No, no debí decirte nada de esto. Volvamos a la oficina. Nos pasamos ya de la hora. —Su aura cambió, volviendo a ser el mismo de hace años, cuando recién había llegado. Negándose repetidas veces en su interior, terminó ganando contra sí mismo en negarse a ser otro, al menos frente de mi. Intenté resistirme e intentar un poco más para que siguiera diciendo aquello, pero, me callé. Yugyeom abrió la puerta del copiloto indicándome que subiera ahí. —Entra. Llegaremos tarde.

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