Capítulo 5

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NOAH

Me graduaba. No sé si ya habéis pasado por algo así, pero es una sensación maravillosa; ya sé que todavía me quedaba lo más difícil, aún tenía que ir a la universidad y en realidad, visto con perspectiva, todavía quedaba lo peor, pero graduarse en el instituto es algo que no se puede comparar con nada. Es un paso hacia la madurez, un paso hacia la independencia, y es una sensación tan gratificante que me temblaba todo el cuerpo cuando esperaba en fila junto a mis compañeros a que dijesen nuestros nombres.

Íbamos por orden alfabético, así que Jenna estaba varios puestos por detrás de mí. La ceremonia la habían organizado a la perfección, con mu- cha elegancia, en los jardines del colegio, con grandes paneles que rezaban promoción de 2016. Aún recordaba cómo eran las ceremonias en mi antiguo instituto. Se hacían en el gimnasio, con algún globo decorativo y poco más. Aquí habían decorado hasta los árboles que rodeaban los jardines. Las sillas donde se sentaban familiares y amigos estaban forradas con telas carísimas, de color verde y blanco —los colores corporativos del centro— y nuestras togas, del mismo color verde, les había diseñado una modista de renombre. Era una locura, un despilfarro de dinero increíble, pero con el tiempo había aprendido a no escandalizarme: vivía rodeada de multimillonarios y para ellos eso era algo normal.

—¡Noah Morgan! —dijeron entonces por el micrófono. Me sobresalté y, nerviosa, subí las escaleras para recoger mi título. Miré con una radiante sonrisa hacia las filas de familiares y vi cómo Nick y mi madre aplaudían,

de pie, tan ilusionados como yo; mi madre incluso daba saltos como una loca, lo que dibujó en mi rostro una gran sonrisa. Le estreché la mano a la directora y me reuní con los demás graduados.

La chica que me había superado en la media por dos décimas subió al estrado después de que nos hubiesen dado el diploma y pronunció el discurso de graduación. Fue emocionante, divertido y muy bonito: nadie lo habría hecho mejor. A Jenna, a mi lado, se le escaparon algunas lágrimas y yo reí intentando contener las ganas de seguir su ejemplo. A pesar de que solo había estado allí un año, había sido uno de los mejores de mi vida. Después de aportar definitivamente todos mis prejuicios, había conseguido en ese colegio no solo una magnífica preparación preuniversitaria sino también a unas amigas estupendas.

—¡Felicidades, promoción de 2016, somos libres! —corearon los pro- fesores con emoción por el micrófono.

Todos nos levantamos y lanzamos el birrete al aire. Jenna me estrechó en un abrazo que casi me dejó sin respiración.

—¡Y ahora, fiesta! —exclamó Jenna aplaudiendo y saltando como una posesa. Solté una carcajada y pronto nos vimos rodeadas por cientos de fa- miliares que se acercaban para saludar a sus hijos. Nos despedimos momentáneamente y fuimos en busca de nuestros respectivos padres.

Unos brazos me rodearon por detrás, con fuerza, y me levantaron del suelo.

—¡Felicidades, empollona! —me dijo Nick al oído depositándome en el suelo y dándome un sonoro beso en la mejilla. Me volví y le eché los brazos al cuello.

—¡Gracias! ¡No me lo creo todavía! —admití con la cara enterrada en su cuello y sus brazos abrazándome con ímpetu.

Antes de que pudiera darle un beso, mi madre apareció y, metiéndose entre los dos, me estrechó entre sus brazos.

—¡Te has graduado, Noah! —gritó como una colegiala, saltando y obligándome a mí a hacer lo mismo. Me reí, al mismo tiempo que veía cómo Nick sacudía la cabeza con indulgencia y se reía de mi madre y de mí. William se detuvo a nuestro lado y, después de que mi madre me soltara, me dio un cariñoso abrazo.

Culpa tuya © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora