Me levanté de la cama inerte, apresurado y arreglándome, para llegar puntual a la cita que tenía en escasos minutos. Me lavé el rostro, me vestí con ropa casual: pantalones, una camiseta y un abrigo debido a la época en la que estábamos. Al encontrarnos, iniciamos el trayecto dirección al edificio donde, teóricamente, estudiaríamos. Paso a paso pensaba en cómo sorprenderla, de qué manera decir aquella frase épica o hacer la gracieta perfecta para sacarle una sonrisa, pues todos aquellos mecanismos eran la única forma que conocía para poder destacar y demostrarle que era distinto y, con un poco de suerte, quizás terminar gustándole a la persona adecuada, queriéndonos mutuamente. Y, como no se me ocurrió ninguna estrategia, pasé al modo investigador que consistió en observar cualquier tipo de señal que indicase que le gustaba a esa chica, pero no obtuve resultado alguno.
Llegamos al lugar del estudio donde sacamos los libros y sucedió lo que tenía que pasar en una reunión de dos personas que, sin saberlo, se gustan entre ambas, es decir, donde se queda para hacer algo que, luego, en la práctica, se acaba haciendo todo lo opuesto. Durante las horas de "estudio" me contó que tenía un blog, el cual, obviamente, pedí que me enseñara, sin mencionar sus otras redes sociales, las que también fueron visitadas. Al tenerla cerca me quedé observándola y me perdí en sus ojos, en su mirada y, el objetivo era claro, que se diera cuenta y no dudara en preguntar "¿Qué miras?", momento ideal para soltarle la siguiente frase: "Tus bellos ojos."
Con una mano agarrando una libreta y en la otra un bolígrafo de color azul, apunté un Hecho a la lista de todas las cosas que fui haciendo para que esa chiquilla se fijara en mí. Después del instante ideal, y un rubor en sus mejillas, y unos momentos de conversación a ratos, el tiempo en el que pudimos estar en el edificio se terminó y guardamos cada uno sus cosas en sus respectivas mochilas.
De regreso a casa, cada detalle contaba y cada minuto pasado con la chica que te gustaba era una oportunidad para descifrar si le gustabas también o, en su defecto, intentar gustarle. El camino habitual del punto de quedada a casa de ella pasaba antes por mi casa, literalmente delante de la puerta del portal, así que, con ganas y aprovechando el tiempo que ella me permitió compartir, la acompañé como otras tantas veces que lo había hecho. Para evitar llevar yo el hilo de la conversación decidí emplear la mejor técnica para conquistar: escuchar, planear y sorprender. Me enteré de que escribió un libro, poco inusual ya que su sueño era ser escritora y tener su propia editorial, entre otras cosas. Entonces, siguiendo con los puntos anteriores, la escucha me dio suficiente información, así que durante el paseo empecé preguntando...
Es extraño olvidarse de aquellas pequeñas conversaciones que debes tener con tu ser amado, pese a que fueron las primeras semillas del inicio de una historia conjunta. Sonrío un poco al verla acercarse a mí, mientras iba guardando su cartera. Nos miramos y sin mediar palabra alguna, decidimos hacia qué dirección queremos caminar y dejándonos llevar por el viento empieza nuestro, quizás, el último caminar como algo más que amigos.
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Burlando el tiempo
RomanceTodo se inició en un acto de valentía y de fe, en su mirada. No estoy hablando de amor sino de una ilusión óptica: nunca lo llegué a conocer, bueno, en cierto modo sí, solo una parte, pero muy parcial y nunca fue profundamente. Intenso... ni lo sé...