Son las dos de la tarde, empieza la cita ya casi obligatoria de cada día, pero es lo que hay, pues se debe complacer los deseos de la persona querida, ¿No? Es un día con el cielo despejado, estamos a mediados de verano y su fastidioso calor ya se siente, aunque, al menos, tendremos un poco de aire chocando en nuestros rostros, gracias al pobre ventilador que, pese a los años que ya tiene, sigue dando vueltas cada primero de junio. Giro la esquina y, por fin, llego al bar habitual. Es la hora acordada y, pese a que siempre llego "tarde", esta vez ella no se adelanta al horario de quedada.
Entro al bar, recibo el peculiar saludo del dueño, quien es un señor mayor, padre de familia, extranjero y que cada día junto a su orgullosa mujer, trabajan para darle a sus hijas un estilo de vida y educación que, probablemente, ellos no tuvieron, o eso es lo que entendí, dado su escaso nivel de castellano en las charlas que pudimos entablar.
"¿Hoy vienes solo?", me cuestiona. Mi cabeza da la negativa mientras respondo que ella ya viene. "¿Os sirvo lo de siempre?", vuelve a preguntar y le informo que hoy solo serán dos refrescos. Me dirijo a la mesa donde normalmente nos sentamos, y mientras miro por la ventana, la observo que aparece con el vestido rojo con puntitos negros. Solo me concentro en mirar hacia la puerta esperando que al final asome su cabeza. Se sienta delante de mí, y con su refresco ya esperando en el sitio, nos damos un breve beso de buenas tardes. Con su rostro serio me da a comprender que pasa algo y, como es obvio, tengo que descifrar qué es lo que le sucede. Empezamos contándonos cómo fueron nuestros días, y tomando en cuenta que estoy en plena época de exámenes, solo puedo decir que estoy en casa encerrado estudiando, y también jugando a videojuegos para desconectar. Ella tiene poco que contarme, porque me narra sus pequeñas aventuras que tiene en su trabajo de tardes. Se inicia el silencio, ya que se queda callada, sin expresar lo que su interior clama, y empiezo mi trabajo de detective adivino para descifrar aquello que su corazón quiere decir, pero que su cerebro desconoce cómo verbalizarlo. El tiempo va pasando, entre tantas indirectas por saber cuál es el problema esta vez, le digo que deje el drama y suelte ya lo que tenga que decir.
"Quiero darnos un tiempo", salen escopeteadas esas palabras de sus labios. Los diminutos humanos de mi mente se quedan atónitos, colapsándose entre ellos, y algunos en shock, y el líder de todos ellos, totalmente patidifuso, agarra el mando y nos devuelve a la realidad a todos. Mi sorpresa deja de ser sorpresa en cuanto vuelven algunos miedos de tiempos pasados, así que pregunto si aquellas palabras eran broma y, en caso contrario, qué había pasado y el porqué de la decisión. Respuestas poco claras escucho, pero entre todas, algunas me ponen feliz y orgulloso de cuánto había cambiado en todo aquel tiempo. Doy el último trago a mi refresco y la invito a caminar antes de darle mi respuesta a este cúmulo de sentimientos que brotan de mi interior. Mientras camino a la salida de aquel sitio, ahora extraño, vuelven a mí momentos...
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Burlando el tiempo
RomanceTodo se inició en un acto de valentía y de fe, en su mirada. No estoy hablando de amor sino de una ilusión óptica: nunca lo llegué a conocer, bueno, en cierto modo sí, solo una parte, pero muy parcial y nunca fue profundamente. Intenso... ni lo sé...