Alejandro
—Alejandro, cálmate —me pidió Vittorio tras salir de la reunión con el presidente.
Haber estado allí no había sido tarea fácil porque apenas y podía concentrarme, pero tenía que reconocer que prefería estar allí antes que enfrentar a Ximena por cualquier asquerosidad que le hubiesen enviado. No necesitaba indagar demasiado para saber quién era la maldita loca que había enviado el vídeo; había sido Renata. Ella era la única mujer capaz de llegar a esos alcances.
—No, no me voy a calmar. La voy a mandar a desaparecer —dije sin despegar la vista de la calle—. No la enfrentaré, no la voy a cuestionar. Simplemente se va a morir.
—Oye, no, no hables así, Alejandro —dijo mi primo, asustado.
—No te preocupes, que no te voy a involucrar —murmuré.
—¿Eso qué? Sabes que yo te apoyo en lo que sea, incluso en darle cuello, pero no, Alejandro, no tiene caso. Ella está loca, ardida. No hagas caso, no creo que se atreva a difundir el vídeo. Eso sería exponerse a ella misma, ¿y tú crees que le conviene?
—A Renata no le importa nada —repliqué—. No le importa que todo México le conozca las nalgas con tal de lograr lo que quiere. Ella tiene padres millonarios, le da igual, no tiene mucho que perder.
—Ni siquiera sabes si fue ella —me recordó.
—Pero ahora que llegue con Ximena lo voy a descubrir —contesté—. Y más le vale no ser ella, pero de cualquier manera, la que sea que lo haya hecho...
—Solo cálmate —me interrumpió—. No hagas cosas con la cabeza caliente.
—No, no tengo la cabeza caliente —le aseguré—. Estoy pensando en frío. Ella es un peligro. Si no me deshago de ella, va a terminar por afectar mi relación con Ximena. Y me niego, Vittorio, me niego a que ella me deje.
—Me estás dando miedo, ¿estás hablando en serio?
—¿Por qué no estaría hablando en serio? Si Renata quería encontrarme, pues lo logró. Pero que ni crea que va a salirse con la suya.
Mi primo guardó silencio, apretando los labios. Sabía que él nunca diría nada de lo que le estaba contando, pues yo también era capaz de hacer lo que fuera para que estuviera bien.
—Alejandro, piensa bien las cosas, ¿sí? —me dijo al estacionar frente al edificio—. Tú sabes que te apoyo decidas lo que decidas, pero si Ximena se entera de que algo le hiciste a esa mujer, te va a dejar. Yo no me echo para atrás, no soy tan bueno, pero ella sí.
—No te preocupes, no lo tiene por qué relacionar conmigo.
—Ella no es bruta —resopló—. Ten cuidado, Alejandro. Solo te pido eso, hay maneras mejores de fregarte en la vida de alguien.
—Es que no quiero perjudicarla, la quiero muerta de una buena vez —repuse—. Muerto el perro, se acabó la rabia.
—Bueno, como quieras. Solo ten cuidado, no lo hagas ahorita, que acabas de ganar la presidencia. Estás bajo el escrutinio público, no lo olvides.
—Tranquilo, sabré cuando será el momento.
En realidad, tan solo quería matarla en ese mismo momento, pero si seguía diciéndolo, iba a preocupar más a Vittorio. Ahora la prioridad era mantenerme en silencio, ampararme bajo la ley para que no se atreviera a publicar el vídeo. Renata no era ninguna estúpida y seguiría presionando a Ximena para que me terminara; no publicaría eso tan rápido.
El corazón me latía a toda prisa mientras subía. Tenía miedo de no encontrarla en el departamento pese a que había ordenado expresamente que no la dejaran salir. Más que enojado, estaba aterrado de que mi pasado fuera demasiado importante para Ximena, que no quisiera que la tocara más.
—¡¿Ximena?! —grité al entrar en el departamento y ver todo apagado—. Ximena, amor.
Me dirigí hacia la recámara y ahí estaba ella, sentada en la cama, con las piernas abrazadas. Al verme, solo sonrió con tristeza y me sentí completamente desesperado.
—Mi amor, no me dejes —supliqué—. Por favor.
—¿El vídeo es viejo? —preguntó con voz quebrada. Ahora que le veía los ojos, los tenía inflamados por llorar.
—Sí, no he estado con nadie desde hace mucho tiempo —le aseguré—. No quiero estar con nadie, solo contigo.
Intenté acercarme, pero ella recogió más las piernas y negó con la cabeza.
—No me rechaces, preciosa, por favor —le supliqué mientras trataba de colocarme encima de su cuerpo—. Me muero si me dejas.
—Alejandro...
—Te amo, Ximena —susurré, a punto de llorar también—. No vas a dejarme, ¿verdad?
—No te quiero dejar, pero fue fuerte para mí, entiende —contestó.
—Sé cómo te sientes, pero no dejes que eso acabe con lo nuestro.
Ximena dejó escapar un suspiro y comenzó a besarme también. No obstante, la sentía vacilante, renuente a hacerlo.
—Entiéndeme un poco —pidió—. ¿Tú qué harías en mi lugar?
—Tú no puedes meterte con nadie más —le solté—. No puedes.
—Alejandro...
—Que no, no puedes. No me hagas pensar en eso, por favor.
Ella se fue rindiendo poco a poco ante mis caricias, las cuales no pudieron terminar con los dos desnudos, ya que ella me detuvo a pesar de que la notaba ansiosa por mí. Nuestros besos hacían imposible que pudiéramos parar.
—No quiero, hoy no —dijo agitada.
—¿No? ¿No quieres que te haga el amor y te demuestre cuánto te deseo?
—Sí, sí quiero —gimió—. Te amo.
—Y yo más, mi amor.
El sonido de su celular fue lo que impidió que siguiéramos. Ella me apartó y se levantó para revisar su celular.
—Es mi hermano.
—No le contestes.
—No pensaba hacerlo. —Suspiró—. Lo que necesito es que hablemos, sin sexo de por medio, Alejandro. Descargué el vídeo para mostrártelo y quiero que me digas quién es la persona. No la voy a buscar, no haré escándalos, pero quiero saber quien está tratando de joder esto y de quien me tengo que cuidar.
—Sí, mi amor —asentí mientras me ponía de pie—. Ximena, lo siento demasiado.
—No, no tienes la culpa —negó con la cabeza y vino a abrazarme—. Lo siento, me estoy centrando más en lo feo que estoy sintiendo que en el hecho de que te puedan exponer. No quiero que eso pase.
—No va a pasar, y si pasa, me voy a encargar de eso, no te preocupes —le aseguré—. Lo único que quiero es que te quedes conmigo.
—Eso voy a hacer, aunque a la tipa esa le dije que te dejaría para que se calmara.
—No, no lo digas ni en broma —dije angustiado—. No, Ximena.
—No lo haré. No te voy a dejar, me duele, pero...
—No sé lo que viste en ese maldito vídeo, pero te puedo asegurar que jamás he disfrutado tanto como contigo —la interrumpí—. Con nadie más he hecho el amor, Ximena.
—Sí, lo sé.
—Enséñame el vídeo —le pedí—. Quiero saber quien es esa persona.
—De acuerdo.
Ximena se alejó de mí y me tendió el celular. Yo apreté los dientes mientras entraba en su galería. Al ver el vídeo, un odio más enfermizo que antes se apoderó de mí. Renata me las iba a pagar, me desharía de ella de la peor manera.
—¿La reconoces? —me preguntó Ximena.
—No, no recuerdo quién es ella —le mentí—. Pero lo voy a averiguar.
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SOY LA OBSESIÓN DEL PRESIDENTE
RomanceLas votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aquel chico que se burlaba de mí por mi sobrepeso y al que ahuyenté cuando decidí defenderme. Mi encuen...