Capitulo 31

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Muevo mi pierna por culpa de los nervios y me muerdo las uñas mientras escucho música para relajarme. Mis oídos palpitan y creo que tengo un tic en el ojo, pero trato de no darle importancia.

Todo parece tan irreal en este momento, así que me concentro en lo que comí esta mañana para no tener un ataque de nervios.

Bebí té. Comí un sándwich de tocino. Vi televisión.

Respiro hondo, pero los nervios aumentan y muevo más rápido mi pierna. 

Afuera, todo parece controlado: el traje impecable, la sonrisa para las cámaras, la pose firme frente a los periodistas. Pero por dentro, la presión hierve. 

Me duele el estómago y siento que estoy a punto de desmayarme.

Respiro hondo y mi pierna ya no se mueve, pero sigo mordiendo mis uñas.

¿Saldrá bien la estrategia? ¿Lloverá? ¿La presión de neumáticos estará perfecta? ¿Podré con esos rivales?

Respiro hondo y dejo de morder mis uñas cuando escucho unos pasos apresurados acercarse, y de pronto, la puerta se abre con brusquedad.

—Nos vamos, princesa —dijo mi padre con una sonrisa.

Trago saliva.

—Sí.

El transcurso del camino en compañía del equipo es tedioso y me duermo por unos minutos solo porque me duele mucho el estómago.

—Tienes los labios secos —menciona Johan con preocupación y toca mi frente—. Mierda, ¿tienes fiebre?

No respondo.

—¡Lilith tiene fiebre! —anunció, pero no le presté atención a lo que sucedió después porque cerré los ojos para olvidar los nervios.

Cuando llegamos al hospitality, intenté comer algo, pero mi estómago no cooperó. Los nervios lo encogen todo y en su lugar, repasé mentalmente cada curva, cada punto de frenado, cada escenario posible. 

No puedo fallar.

—Bebe esto, amor —Johan me da un té que consiguió en quién sabe dónde—. Me dijeron que te hará bien.

Y lo hice sin protestar.

Después, la prensa estuvo encima de nosotros con preguntas incisivas, rumores de fichajes, críticas al rendimiento, comparaciones con el compañero de equipo. Cada palabra mal interpretada puede convertirse en un titular, cada gesto en una historia y debido a que no me encuentro muy bien, Johan se encargó de responder con frases calculadas, pero su mandíbula se tensaba en ocasiones, y sus manos, aunque firmes, sudaban mientras se aferraba a la mía.

Poco después llegamos al garaje, en donde Jackson me dio algunas indicaciones sobre el clima, los cambios de neumático y mi telemetría, pero ignoré todo y me perdí en mis más profundos pensamientos.

EL GRAN CIRCO/ Finalizado✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora