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Robin 

La noche había caído sobre el Thousand Sunny. Era cerca de la madrugada y Zoro y yo aprovechábamos la soledad de mi habitación, la misma que compartía con Nami, para pasar tiempo juntos. Llevábamos semanas viéndonos en secreto, y estos momentos a solas se habían convertido en un refugio de privacidad y cercanía en medio de nuestra vida en el mar.

Zoro estaba recostado en mi cama, con su espalda apoyada contra el cabezal, mientras yo me sentaba entre sus piernas con un libro ya olvidado en mis manos. La tenue luz de la lámpara creaba un ambiente íntimo y acogedor.

—¿No te parece peligroso mantener esto en secreto por tanto tiempo? —pregunté, aunque conocía su respuesta.

Sentí como Zoro se encogía de hombros y reía suavemente, su risa baja resonando en la habitación silenciosa.

—Es un poco emocionante, ¿no? Además, no creo que les importe tanto cuando se enteren. —respondió, mientras acariciaba la piel de mis brazos.

—Quizás tengas razón. —concedí, girándome para poder mirarlo a la cara.— Pero no deja de ser complicado.

Antes de que Zoro pudiera responder, el sonido de la puerta intentando abrirse nos sobresaltó. Ambos nos miramos con nerviosismo; obviamente era Nami, intentando entrar en la habitación. 

Me puse de pie rápidamente, intentando pensar en una solución.

—¡Es Nami! —exclamé en un susurro apurado.— ¡Tienes que esconderte!

—¿Dónde? No hay mucho espacio aquí. —preguntó Zoro, buscando rápidamente un lugar. 

—Debajo de la cama, rápido. —le sugerí, señalando el suelo de la cama.— Ya se me ocurrirá algo para que salgas de aquí. 

Dejé a Zoro mirándome perplejo y me dirigí hacia la puerta, justo cuando Nami volvió a forcejear. Tomé aire, tratando de mantener la calma mientras giraba el pestillo y abría la puerta.

Nami me miró con una ceja levantada, claramente desconcertada.

—¿Por qué tenías el pestillo puesto, Robin? —preguntó, entre la curiosidad y la sospecha.

—Oh, eh... estaba leyendo y no quería que nadie me molestara. —mentí, esperando sonar convincente.— No quería que el viento abriera la puerta de repente. Ya sabes que la manilla está un poco forzada. 

—Sí, tenemos que avisar a Franky para que le eche un vistazo. 

Nami pareció aceptar la explicación con un ligero encogimiento de hombros y se adentró en la habitación. Cerré la puerta tras ella, sintiéndome ligeramente aliviada, pero ese alivio fue breve. Al dar unos pasos más, Nami se detuvo, boquiabierta.

—¡¿Qué demonios...?! —exclamó.

Miré en la dirección de su mirada y sentí que mi rostro se ruborizaba al tiempo que mi corazón se detenía. Zoro, ignorando mi idea y en un intento por librarse cuanto antes de la situación, había probado a salir por una de las ventanas del cuarto, pero se había atascado en la misma. Su torso colgaba fuera mientras sus piernas aún estaban dentro de la habitación.

Cubriéndome la cara con las manos, no pude evitar reírme ante lo ridículo de la situación y sabiendo que nuestra clandestinidad había llegado a su fin. 

Nami, aún en estado de shock, me miró incrédula.

—Robin, ¿qué está pasando aquí? —demandó, tratando de recomponerse.

Antes de que pudiera responder, Zoro intervino desde su incómoda posición.

—Podríais... ¿Podríais dejar las preguntas y ayudarme a salir de aquí? Estoy atrapado... —pidió, su voz sonaba algo frustrada.

Nami y yo nos acercamos rápidamente, tratando de ayudarlo, pero cuanto más tirábamos, más parecía empeorar la situación. 

—¿Se puede saber en qué estabas pensando, Zoro? ¡Es obvio que no entras por aquí! —pregunté mientras tiraba de su cadera con todas mis fuerzas. 

Intentamos empujarlo y tirar de él, pero sólo conseguimos empeorar las cosas, haciendo más ruido del deseado.

—¡No empujeis tanto! —se quejó Zoro—. ¡Me estáis haciendo daño!

—¡Bueno, no es tan fácil! —replicó Nami.— Además, tus espadas están empeorando las cosas. ¿Enserio tienes que ir a todos lados con ellas, incluso en el barco? 

El ruido y las voces atrajeron la atención de los demás miembros de la tripulación. En cuestión de minutos, Luffy, Sanji, Usopp, Chopper, Franky, Brook y Jimbe se reunieron alrededor de la ventana, sorprendidos y claramente divertidos por la escena.

—¿Cómo terminaste ahí, Zoro? —preguntó Luffy, quien no podía parar de reír.

Sanji, por otro lado, estaba furioso, sus ojos ardían de ira.

—¡Maldito marimo! ¡¿Qué hacías en la habitación de Robin y Nami?! —gritó, avanzando hacia la ventana con intenciones poco amigables.— Y tienes el descaro de llamarme pervertido, ¡a mi! 

Jimbe y Usopp intentaron ayudar a Zoro, pero cada intento sólo provocaba más caos y risas. Chopper se preocupaba por el estado físico de Zoro. 

Finalmente, Franky tomó el control de la situación.

—¡Apartaos! —ordenó, transformando su brazo en una sierra mecánica.— ¡Voy a romper la ventana!

Con precisión y cuidado, Franky rompió el marco de la ventana, liberando finalmente a Zoro, quien cayó al suelo con un golpe sordo. Se levantó, sacudiéndose el polvo y tratando de recuperar la compostura.

La tripulación, aunque sorprendida, se quedó en silencio, esperando una explicación. Viendo que no había forma de evitarlo, decidí ser honesta. Me puse a su lado. 

—Antes de que digáis nada... Zoro y yo estamos saliendo. —admití, tomando la mano de Zoro.— Por eso estaba en mi habitación.

La revelación dejó a todos boquiabiertos, especialmente a Sanji, quien parecía herido y traicionado. Nami, por su parte, estaba incrédula, pero finalmente se relajó, encontrando humor en la situación.

—Bueno, eso explica muchas cosas. —dijo Nami, sonriendo ligeramente.— Aunque podríais haber sido más cuidadosos. 

La tensión se disipó rápidamente y todos, a su manera, nos felicitaron. Chopper saltó a nuestros brazos para abrazarnos. Franky lloraba de alegría. Luffy, con su habitual entusiasmo, sugirió que celebráramos la noticia.

—¡Esto hay que celebrarlo! —exclamó, levantando los brazos.— ¡Vamos a hacer un brindis!

—¡Tu lo que quieres es una excusa para volver a cenar! —intervino Usopp. 

—Gracias chicos, pero no es necesario... —Zoro dijo algo avergonzado. Sabía que este tipo de situaciones le incomodaban así que le di un apretón a su mano, haciéndole saber que estaba aquí con él, apoyándolo. Él me sonrió apenado. 

Pero a pesar de nuestras palabras, terminamos en la cocina del Sunny compartiendo una copa, amenizada por la música de Brook. 

Nami, recuperada de la sorpresa inicial, se acercó con una sonrisa, uniéndose a la conversación que estaba teniendo con Jimbe. 

—Robin, no puedo creer que hayas estado manteniendo esto en secreto. —dijo, riendo.

—Eso mismo le acabo de decir yo. —comentó Jimbe con gracia. 

—Pero estoy feliz por ti. Mereces toda la felicidad del mundo, incluso si viene en forma de espadachín cabezota. —le sonreí agradecida.— ¡Pero espero que no hayáis hecho nada en mi cama! 

—Tranquila, Nami. No tienes de qué preocuparte. 

Zoro y yo, aunque algo avergonzados por la atención, estábamos aliviados de no tener que ocultar más nuestra relación, disfrutando de la compañía de nuestros amigos. 

La noche terminó con risas, música y un brindis bajo las estrellas.





22/12/2024

Fragmentos ZorobinWhere stories live. Discover now