PARTE XXVII

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Ximena

Muchas cosas se me pasaban por la mente y llorar y enojarme era una de ellas. Nunca pensé lo horrible que se pudiera sentir ver a tu pareja teniendo sexo con otra persona, aunque claramente fuese un vídeo viejo. No podía meter las manos al fuego por Alejandro y decir que aquello no era actual, pero el hecho de que él siempre me fuese honesto en cuanto a su vida sexual antes de mí y al de que esta persona me estuviera amenazando con publicar el vídeo apoyaban mi teoría.

—Ximena, amor, ¿estás bien? —insistió Alejandro.

—Sí, sí —contesté.

Me limpié las lágrimas y traté de dejar de temblar. Para disimular un poco, abrí la taza del baño y me obligué a mí misma a hacer del baño. Por suerte tenía un poco llena la vejiga y pude hacer sin dificultad, cosa que calmó a Alejandro.

Xime: Está bien, lo voy a dejar. Esto es un asco, y es un delito el que lo difundas. No lo hagas.

Aquella respuesta era mentira, al menos de momento. Tenía que hablar de este asunto con Alejandro y mirarlo a los ojos para saber la verdad. Aun así, no sabía qué tan cómoda podría vivir después de esas imágenes. Él no parecía tan apasionado como lo era conmigo, ni de cerca, pero sentía revuelto el estómago y ganas de no verlo durante algunos días. Estaba enojada, asqueada y celosa, aunque debiera ser racional. No era nada lindo que fuesen a difundir su material íntimo; eso estaba penado por la ley. Debía apoyarlo, así como querría ser apoyado de estar yo en esa situación.

Una vez que me calmé un poco, salí.

—¿En serio estás bien? —me preguntó Alejandro.

—Sí, solo fui al baño —contesté mirando a mi papá, hacia quien caminé. El toque de Alejandro me había ardido demasiado y necesitaba mi tiempo para asimilar las cosas—. Papá, ¿quieres comer algo?

—No, hija, me dieron desayuno hace poco —sonrió él—. Este hospital está bonito y muy lujoso. La comida fue muy buena. Dale las gracias a tu novio.

—Ya lo hice —le aseguré sin atreverme a mirarlo todavía.

—No tiene nada que agradecer —dijo Alejandro, parándose al lado mío e intentando tomar mi mano. Le permití hacerlo, pero estaba demasiado tensa como para sentirme cómoda—. La familia de mi Ximena es la mía, o eso espero.

—Por supuesto que sí, hijo —le respondió mi papá—. Ya eres de la familia desde antes.

—Alejandro, ¿por qué no te vas a tu reunión?

Esta vez sí lo miré y él frunció el ceño.

—Mi amor, ¿te pasa algo?

—No, no, pero me preocupa que tengas problemas —contesté—. Dejaste la reunión, tienes que ir.

—Sí, pero...

—Nosotros vamos a estar bien —le aseguró mi padre—. Si tienes compromisos, ve. Te aseguro que yo de aquí no me muevo.

—Nada es más importante que mi novia —dijo Alejandro—. Yo de aquí...

—Por favor, Alejandro —le dije muy seria—. No me quiero quedar con esa preocupación. Además, me voy a quedar aquí mucho rato, no tiene caso que te quedes tú.

—Está bien, preciosa, pero vamos afuera un poco. Quiero decirte algo.

Me mordí la lengua para no responder que no quería hablar. En lugar de hacer eso me volteé hacia mi papá y le pedí que me disculpara un momento.

—Claro, mi amor, vayan —respondió.

Alejandro me tomó de la mano y salimos.

—Ximena, ¿qué tienes? —indagó con preocupación, tomando mi barbilla para que lo mirara—. ¿Estás enojada conmigo?

SOY LA OBSESIÓN DEL PRESIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora