—Ey, Beom...

—Ey... Kai —respondí tras un breve silencio.

—¿Le haces un hueco a tu viejo colega? —me preguntó, señalando la cama con la cabeza.

Sorbí aire por la nariz y me froté el rostro antes de moverme hacia la pared y dejarle un pequeño espacio para que se tumbara a mi lado. Kai se echó cara al techo y entrelazó los dedos sobre el abdomen. Yo pasé un brazo por encima de mi cabeza para dejarle más espacio y me quedé mirando a un punto perdido de la habitación. Ninguno de los dos dijo nada en un minuto, hasta que él cogió aire por la boca y soltó:—Creo que es la primera vez que estoy en tu cama. En la de casa de tus padres, quiero decir.

—Sí, es la primera vez —afirmé en voz baja.

—Es una mierda de cama.

Tardé un par de segundos en asentir.

—Sí, sí que lo es.

Kai ladeó el rostro para echarme un vistazo por el borde de los ojos. Se había cortado el pelo rubio por los lados y se había dejado el tupé ondulado más largo.

Estaba muy guapo, aunque Kai siempre estaba guapo, había un brillo especial en sus ojos me había parecido fascinante.

—Oye, Beom... te voy a contar un secreto —giré el rostro hacia él y esperé a que soltara la gilipollez que, estaba seguro, me diría a continuación—: Quizá no lo hayas notado, pero yo tengo una ligera experiencia con la depresión...

Tardé un poco, hasta que una fina sonrisa se deslizó por mis labios.

Parpadeé lentamente y asentí.

—Algo me suena —reconocí.

—Sí, bueno, quizá lo hayas leído en mi blog.

Fruncí el ceño. Sabía que era mentira, pero aun así le dije:—Como te hayas hecho un blog, te echo de mi casa, Kai.

Él se rio un poco y chasqueó la lengua.

—De acuerdo, no tengo un blog —me dijo antes de volcarse hacia un lado para poder mirarme con la cabeza apoyada en la almohada—, pero sí sé que, si te quedas en cama, solo será peor y peor cada día. También sé que duele y que cuesta encontrar fuerzas y que solo quieres quedarte aquí y compadecerte de ti mismo. Te voy a contar otro secreto: eso no funciona nunca.

Asentí de nuevo y cogí una bocanada de aire.

—Es duro —reconocí—. Es como si no tuviera fuerzas para nada.

—Hagamos algo. Te pegas una buena ducha, porque te hace falta, te vistes, te llevo a Dublín y te invito a unas pintas y unas hamburguesas con patatas con bien de kétchup y mostaza en el Tommy's.

—No, no tengo ganas de ir a Dublín —negué.

—Entonces algo más cerca. ¿KerKai Way?

Resoplé y cerré los ojos. No tenía ganas de moverme, no tenía ganas de ir a Dublín ni de ir a andar por el puto KerKai Way ni de mantener una conversación demasiado larga con nadie; pero yo sabía que Kai tenía razón. Sabía que nadie mejor que él conocía cómo podía sentirme en aquel momento y que había venido a ayudarme. Lo único que intentaba era sacarme a flote de la miseria en la que me estaba hundiendo.

—No voy a ser una compañía muy agradable hoy —le aseguré.

—Pues como siempre, Beom —respondió él.

Solté un bufido y otra ínfima sonrisa elevó la comisura de mis labios. Me costó sonreír, me costó irme al baño y ducharme, me costó vestirme y salir con la ropa vieja que tenía en casa, demasiado ajustada ahora que había echado más músculo. Kai puso una media sonrisa, alzó las cejas y me miró de arriba abajo.

El jefe | YeongyuTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang