Theodore Nott Weasley tuvo a toda una bandada de damitas a su lado en la velada musical Smythe-Smith la noche del viernes, todas deseando acariciar su mano herida.
Esta cronista no sabe cómo se hizo la herida; la verdad es que el señor Nott se ha mostrado molestamente hermético al respecto. Y hablando de
molestias, el susodicho caballero parecía bastante irritado por toda la atención.
En realidad, esta cronista lo oyó decirle a su hermano a Charlie que ojalá se hubiera dejado en casa la (palabra irrepetible) venda.
Ecos de Sociedad de Lady Whistledown, 16 de abril de 1824.¿Por qué por qué por qué se hacía eso?, estaba pensando Neville. Año
tras año llegaba la invitación enviada con un mensajero, y año tras año él
juraba, poniendo a Dios por testigo, que nunca jamás volvería a asistir a otra velada musical Smythe-Smith.
Sin embargo, año tras año se encontraba sentada en la sala de música de la casa Smythe-Smith, haciendo ímprobos esfuerzos por no encogerse (al menos no visiblemente) mientras la última generación de niñas Smythe-Smith destrozaba al pobre señor Mozart en su efigie musical.Era penoso. Horrible, atroz, espantosamente penoso. No había otra manera de describirlo, de verdad.
Más desconcertante aún era que siempre acababa sentada en la primera fila, o muy cerca, lo cual era mucho más que atroz. Y no sólo para los oídos.Cada año había una jovencita Smythe-Smith que parecía saber que estaba tomando parte en lo que sólo se podía calificar de delito contra a ley auditiva. Mientras las otras atacaban sus violines y pianos con inconsciente vigor, esta única tocaba con una tal expresión de pena en la cara… una expresión que ella
conocía muy bien.Era la cara que pone uno cuando desea estar en cualquier otra parte
menos donde está. Uno puede tratar de ocultarla, pero siempre aparece, en las comisuras de la boca, apretadas, tensas; y en los ojos, por supuesto, que
vagan o bien por encima o por debajo de toda persona que se encuentre en la línea de visión.El cielo sabía que esa misma expresión había amargado su cara muchas veces. Tal vez por eso nunca conseguía quedarse en casa cuando se ofrecía ese recital. Alguien tenía que estar ahí para sonreír alentadora y fingir que estaba disfrutando con la música. En todo caso, no era que se viera obligado a asistir y escuchar más de una vez al año.
De todos modos, era imposible no elucubrar acerca de la fortuna que se
podría hacer fabricando discretos tapones para los oídos.
Las componentes del cuarteto se estaban calentando; un revoltijo de
notas y escalas discordantes que sólo prometía empeorar cuando comenzaran a tocar en serio.Neville eligió un asiento en el centro de la segunda fila, para gran consternación de Hermione.
—Hay dos asientos perfectamente buenos en el rincón de atrás —le siseó
Hermione al oído.—Ya es demasiado tarde —replicó Neville, acomodándose en la silla
ligeramente acolchada.—Dios me asista —gimió Hermione.
Neville cogió su programa y empezó a hojearlo.
—Si nos sentamos aquí se sentarán otras personas —explicó.
—Exactamente lo que deseo.
—Contamos con que nosotras vamos a sonreír y ser amables. Imagínate
que aquí se sentara alguien como las hermanas Greengrass y estuviera todo el recital riendo burlona.Hermione miró alrededor.
—No creo que a Daphne Greengrass la pillen aquí ni muerta.
Neville decidió pasar por alto ese comentario.

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Seduciendo a Mr. Theodore Nott
FanfictionAbril está casi sobre nosotros, y con ello una nueva temporada social aquí en Londres. Las Madres Ambiciosas pueden ser encontradas en tiendas de vestido, todos a través de la ciudad con sus queridas Debutantes, impacientes por comprar aquel el vest...