CAPITULO 13

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Todo el mundo tiene secretos.
Especialmente yo.
Ecos de Sociedad de Lady Whistledown, 14 de abril de 1824.


—Ojalá hubiera sabido que llevabas un diario —dijo Neville volviéndole
a aplicar presión en la palma.

—¿Por qué?

Neville se encogió de hombros.

—No sé. Siempre es interesante descubrir que alguien es algo más de lo que ven los ojos, ¿no crees?

Theo estuvo callado un momento y de repente le preguntó:

—¿De verdad te gustó?

Neville pareció divertido. Él se sintió horrorizado. Ahí estaba él, considerado uno de los hombres más populares y sofisticados de la alta sociedad, convertido en un tímido escolar, pendiente de cada palabra de Neville Longbotom, sólo para agarrarse de un pequeño elogio.

Neville Longbotom , por el amor de Dios. Y no es que hubiera nada malo en Neville, claro, se dijo. Simplemente
era… bueno… Neville.

—Claro que me gustó —dijo él sonriendo levemente—. Acabo de
decírtelo.

—¿Qué fue lo primero que te sorprendió? —continuó preguntando él, decidiendo que bien podía hacer el tonto completo puesto que ya estaba a la mitad.

Neville sonrió travieso.

—En realidad, lo primero que me sorprendió fue que tuvieras tan buena letra, más clara y pulcra de lo que habría imaginado.

—¿Qué significa eso?

—Me cuesta imaginarte inclinado sobre un escritorio practicando tus
trazos —repuso Neville, apretando las comisuras de los labios para reprimir una sonrisa.

Si había algún momento para una justa indignación, ciertamente era ése.

—Has de saber que pasé muchas horas en el aula de los cuartos de los
niños inclinado sobre un escritorio, como lo expresas tan delicadamente.

—No me cabe duda.

—Jumjum.

Neville bajó la vista, tratando claramente de no sonreír.

—Mi caligrafía es muy buena —añadió.

Ya era sólo un juego, pero encontraba bastante divertido hacer el papel
de escolar malhumorado.

—Eso es obvio. Me gustan especialmente las curvas en las haches.

Muy… experta mano la tuya.

—En efecto.

Neville le imitó la cara seria a la perfección.

—En efecto.

Theo desvió la vista y por un momento se sintió inexplicablemente tímido.

—Me alegra que te haya gustado el diario —dijo.

—Lo encontré precioso —dijo Neville, con una voz suave, como lejana—.
Muy hermoso y… —Desvió la vista, ruborizándose—. Vas a pensar que soy tonto.

—Nunca.

—Bueno, creo que uno de los motivos de que me gustara tanto es que, no
sé, me pareció que disfrutabas escribiéndolo.

Theo guardó silencio un largo rato. Nunca se le había ocurrido pensar que disfrutaba escribiendo; era algo que simplemente hacía. Lo hacía porque no podía imaginarse no haciéndolo. ¿Cómo iba a viajar a
otros países sin dejar constancia e lo que veía, de sus experiencias y, tal vez lo más importante, de lo que sentía?
Pero al pensarlo en retrospectiva, cayó en la cuenta de que sentía una
curiosa oleada de satisfacción cada vez que escribía una frase que le quedaba bordada, un comentario particularmente acertado. Recordaba claramente el momento en que escribió la parte que leyó Neville.

Seduciendo a Mr. Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora