Dime guapo!

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Aquí me encuentro yo, en este idílico autocine acuático de verano, lleno de barquitas flotantes pintadas en tonos pastel. Se agradece la suave brisa húmeda del ambiente, en este río que nos mece levemente. Lo mejor de todo, sin duda, es que estoy junto al chico más guapo del universo: Zack Ricco. Por favor, si hasta su apellido lo define a la perfección... suspiro.

Creo recordar... miento, ya ni recuerdo desde cuándo estoy loquito por sus huesos. Solo sé que mi amor y obsesión por él aumentan cada día desde que lo ví por primera vez en el instituto, cuando justo le asignaron mí misma aula de clase.

Él lo tiene todo: guapo, alegre, simpático, inteligente, atlético... pero tiene un gran defecto, al menos para mí... es un mujeriego. Aunque el verdadero problema no radica ahí, sino en que estoy absolutamente seguro de que, desgraciadamente, jamás se fijará en mí. ¿Os preguntaréis por qué? Pues porque soy un chico también.

Lo curioso es que aquí estoy, con él, viendo una película romántica en este autocine acuático, sentados en una oscilante mini barquita que nos separa a escasos metros de varias parejitas en sus embarcaciones, que contemplan acarameladas la gran pantalla proyectada en el lateral de este bello puente de época medieval. Estamos los dos juntitos, y en plan "parejita in love".

Zack posa su mano en mi rodilla con prudencia y se acerca sinuoso a mi boca...

Lo siento, he de spoilearos que ahora ¡soy una chica!, no cualquier chica, sino una creada a conciencia con todos los requisitos que Zack tiene idealizados para su novia perfecta. ¿Os preguntaréis cómo? Pues sencillo, mi mejor amiga es una obsesiva de la brujería y el mundo esotérico y, mira tú por donde, me he convertido en el conejillo de indias más feliz del mundo.

Prepárate, Zack, ahora sí, eres todo mío.