CAPITULO 7

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Paró con un patinazo, agradeció fervientemente haber mantenido el
equilibrio en el último instante en lugar de aterrizar de trasero en la hierba mojada y sucia.

Era «él», lógicamente.

—¡Theo! —exclamó, en un tono levemente azorado, quedándose muy  quieto esperando que él llegara a su lado—. Qué sorpresa.

Él parecía estar reprimiendo una sonrisa.

—¿Estabas bailando?

—¿Bailando?

—Me pareció que estabas bailando.

—Ah. No. —Tragó saliva, sintiéndose culpable, porque aunque técnicamente no era una mentira, la sentía como si lo fuera—. Claro que no.

A él se le arrugaron ligeramente las comisuras de los ojos.

—Lástima entonces. Me habría sentido obligado a acompañarte, y jamás he bailado en Berkeley Square.

Si él le hubiera dicho eso mismo sólo dos días antes, Neville se habría reído de la broma, dejándolo ser el hombre ingenioso y encantador. Pero seguro que volvió a oír la voz de lady McGonagall en un recoveco de la cabeza, porque de pronto decidió que no deseaba ser él mismo Neville Longbbotom  de  siempre.

Decido participar de la diversión.
Esbozó una sonrisa que ni siquiera sabía que sabía hacer. Era una
sonrisa pícara, y él era misterioso, y vio que no todo estaba en su cabeza
porque los ojos de Theo se agrandaron al oírla decir:

—Eso es una pena. Es bastante agradable.

—Neville Longbbotom —dijo él arrastrando la voz—. Creí oírte decir
que no estabas bailando.

—Mentí —repuso Neville, encogiéndose de hombros.

—En ese caso, entonces seguro que éste debe de ser mi baile.

De repente Neville sintió algo muy raro en las entrañas. Por eso no debía permitir que los susurros de lady McGonagall se le fueran a la cabeza. Ella era capaz de ser osada y encantadora durante un fugaz momento, pero no tenía ni
idea de cómo continuar.

A diferencia de Theo, evidentemente, que estaba sonriendo diabólicamente con los brazos listos en la posición perfecta para un vals.

—Theo, ¡estamos en Berkeley Square!

—Lo sé. Acababa de decirte que nunca he bailado aquí, ¿no lo
recuerdas?

—Pero…

Theo se cruzó de brazos.

—Tss, tss, no puedes lanzar un desafío así y luego tratar de escabullirte.
Además, me parece qué bailar en Berkeley Square es el tipo de cosa que una persona debería hacer por lo menos una vez en su vida, ¿no te parece?

—Cualquiera podría vernos —susurró Neville en tono apremiante.

Él se encogió de hombros, tratando de disimular que lo divertía bastante
su reacción.

—A mí no me importa. ¿Y a ti?

A Neville se le colorearon las mejillas, primero rosa, luego rojo, y él vio
claramente que le costó un tremendo esfuerzo formular las palabras;

—La gente va a creer que me estás cortejando.

Theo lo observó detenidamente sin entender por qué la perturbaba eso. ¿A quién le importaba que la gente pensara que estaban cortejando? Muy pronto se comprobaría que el rumor era falso y tendrían un motivo para reírse a costa de la sociedad. Tuvo en la punta de la lengua las palabras «Al cuerno la sociedad», pero se quedó callado.

Vio brillar algo en las profundidades de esos ojos castaños, una emoción que ni siquiera podría empezar a identificar.

Una emoción que, sospechó, él nunca había sentido. Y comprendió que lo último que deseaba era herir a Neville Longbbotom. Era él mejor amigo de su hermana. Además era, pura y
simplemente, un omega muy simpático.

Frunció el ceño. En realidad ya no debería llamarla niño. A los veintiocho años no era más un niño Omega, que él un niño a sus treinta y tres.

Finalmente, con mucha cautela y en un tono que esperaba reflejara una
buena dosis de sensibilidad, le preguntó:

—¿Hay algún motivo para que lo lamentemos si la gente piensa que
estamos cortejando?

Neville cerró los ojos y por un instante él pensó que podrí estar sufriendo.

Cuando los abrió, su mirada era casi agridulce:

—En realidad sería muy divertido —dijo—, al principio.

Él no dijo nada, simplemente esperó que continuara.

—Pero después se haría evidente que no estamos cortejando y sería… —
Se interrumpió y tragó salvia.

Entonces cayó en la cuenta de que Neville no estaba tan sereno en su
interior como quería aparentar.

—Se supondría —continuó Neville—, que fuiste tú el que rompiste, porque… Bueno, simplemente sería así.

Él no se lo discutió; sabía que eso era cierto.

Neville hizo una espiración que sonó triste.

—No quiero someterme a esto —dijo—. Incluso lady Whistledown
escribiría sobre ello. ¿Cómo podría no hacerlo? Sería un cotilleo demasiado
jugoso para resistirse.

—Lo siento, Neville —dijo Theo.

No sabía de qué pedía disculpas, pero le pareció que era lo correcto. Neville hizo un leve gesto de asentimiento.

—Sé que no debería importarme lo que digan los demás, pero me
importa.

Theo se sorprendió apartándose ligeramente al considerar sus palabras. O tal vez consideró el tono de su voz; o tal vez ambas cosas.
Siempre se había creído algo por encima de la sociedad. No fuera
exactamente, ya que se movía en los círculos sociales y normalmente lo
disfrutaba bastante. Pero siempre había supuesto que su felicidad no dependía de las opiniones de los demás.

Pero tal vez no consideraba el asunto de la manera correcta. Es fácil
suponer que no preocupan las opiniones de los demás cuando esas opiniones son constantemente favorables. ¿Le resultaría tan fácil desdeñar al resto de la sociedad si lo trataran como trataban a Neville?
A él jamás la habían aislado, nunca le habían hecho tema de escándalo.

Seduciendo a Mr. Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora