CAPITULO 6

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Esta cronista sería negligente si no dijera que el momento más
comentado anoche en el baile de cumpleaños en la casa Nott Weasley no fue el emocionante brindis por lady Nott Weasley (su edad no se ha de revelar) sino la impertinente oferta que hiciera lady McGonagall de dar mil libras a la persona que
desenmascare… A mí.
Haced lo que queráis, damas y caballeros de la aristocracia. No tenéis la más mínima posibilidad de resolver este misterio.

Ecos de Sociedad de Lady Whistledown, 12 de abril de 1824


Bastaron tres minutos exactos para que la noticia del escandaloso desafía de lady McGonagall se propagara por todo el salón de baile. Neville sabía que esto era así porque dio la casualidad que él estaba de cara a un inmenso reloj de pie (el que según Fleur Nott Weasley era muy preciso) cuando lady McGonagall hizo su oferta. En el momento en que pronunció las palabras «mil
libras a la persona que desenmascare a lady Whistledown» el reloj daba las
10.44. El minutero sólo había avanzado hasta el minuto 47 cuando apareció Nigel Berbrooke en el círculo de personas cada vez más ancho que rodeaba a Lady McGonagall para proclamar que esa oferta era el «ardid bochinchero» más divertido del mundo.

Y si Nigel la había oído quería decir que todos la habían oído, porque su
cuñado no era famoso ni por su inteligencia ni por el alcance de su atención ni por su capacidad para escuchar.

Ni por su vocabulario, añadió Neville para sus adentros, irónica.
«Bochinchero», desde luego.

—¿Y quién cree que es lady Whistledown? —le preguntó lady McGonagall a Nigel.

—Ni la más remota idea. No soy yo, eso es lo único que sé.

—Creo que eso lo sabemos todos —dijo lady McGonagall.

—¿Quién crees tú que es? —le preguntó Neville a Theo.

Él la obsequió con uno de sus encogimientos de un hombro.

—He estado fuera de la ciudad con demasiada frecuencia como para
elucubrar.

—No seas tonto —dijo Neville—. En el tiempo total que has estado en
Londres ha habido fiestas y reuniones suficientes para formarte unas cuantas teorías.

—La verdad es que no sabría decirlo —insistió él, negando con la cabeza.

Neville lo miró atentamente un rato más largo de lo que era necesario,
o, con toda sinceridad, socialmente aceptable. Vio algo extraño en los ojos de Theo; algo fugaz y esquivo. Los aristócratas solían considerarlo un
despreocupado encantador, pero era mucho más inteligente de lo que dejaba ver, y habría apostado su vida a que tenía unas cuantas sospechas.

Pero por el motivo que fuera, él no quería hacerla partícipe de ellas.

—¿Quién crees tú que es? —le preguntó él, eludiendo así su respuesta— Has estado presente en las reuniones sociales más o menos el mismo tiempo que lleva escribiendo lady Whistledown, así que seguro que lo habrás pensado.

Neville paseó la mirada por el salón, deteniendo los ojos en esa y
aquella persona, y luego volvió la atención a la pequeña multitud que los rodeaba.
—Creo que muy bien podría ser lady McGonagall —contestó—. ¿No sería
una broma inteligente para reírse de todos?

Theo  miró a la anciana, que lo estaba pasando en grande hablando de su
última intriga. Golpeaba el suelo con el bastón, charlando animadamente y  sonriendo como una gata ante un plato de nata, pescado y un pavo asado entero.

—Tiene lógica —dijo, pensativo—, de una manera algo perversa.

A Neville se le curvaron las comisuras de los labios.

—No es otra cosa que perversa.

Observó a Theo mirar a lady McGonagall otros segundos, añadió en voz
baja:
—Pero no crees que es ella.

Theo giró lentamente la cabeza y la miró con una ceja arqueada, en
silenciosa pregunta.

—Lo veo en la expresión de tu cara —le explicó Neville.

Él sonrió, con esa sonrisa franca y llana que solía usar en público.

—Y yo que me creía inescrutable.

—Me temo que no. No para mí, en todo caso.

Theo exhaló un exagerado suspiro.

—Creo que nunca será mi destino ser un héroe misterioso y siniestro.

—Bien podrías descubrir que eres el héroe de alguien —dijo Neville—.
Aún tienes tiempo. ¿Pero misterioso y siniestro? —Sonrió—. No es muy
probable.

—Una pena —dijo él airosamente, ofreciéndole otra de sus famosas
sonrisas, la sesgada, de niño—. Los tipos misteriosos y siniestros atraen a Todas los omegas.

Neville tosió discretamente, algo sorprendido de que él hablara de esas cosas con él, por no decir que Theodore Nott Weasley jamás había tenido ningún problema para atraer omegas. Él le estaba sonriendo, a la espera de su reacción, y Neville estaba calculando si la reacción correcta sería manifestar una
educada indignación de omega o reírse, con una risa franca y comprensiva, cuando apareció Genny y se detuvo prácticamente con un patinazo ante ellos.

—¿Sabéis la última? —les preguntó, sin aliento.

—¿Venías corriendo? —le preguntó Neville; correr era una verdadera
hazaña en ese salón de baile atiborrado.

—¿Lady McGonagall ha ofrecido mil libras a quienquiera que desenmascare a lady Whistledown!

—Lo sabemos —dijo Theo en ese tono vagamente de superioridad
exclusiva de los hermanos mayores.

—¿Lo sabéis? —exclamó Genny exhalando un suspiro de decepción.

Theo hizo un gesto hacia lady McGonagall, que todavía estaba a unas pocas yardas de distancia.

—Estábamos aquí cuando ocurrió —explicó.

Genny parecía sentirse muy, muy fastidiada, y Neville comprendió
exactamente qué estaba pensando (y seguramente se lo diría la tarde
siguiente). Una cosa era perderse algo importante, y otra muy distinta descubrir que uno de sus hermanos lo había visto todo.

Seduciendo a Mr. Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora