"¿Esto una maldita broma cierto?"

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— ...Tranquila de igual manera no podemos dejarte tres niños, sabemos que eres joven pero responsable, velo como una ayuda.

Seguía convenciéndome mi padre, aquel señor alto de cabello castaño y ojos azules, yo me mantenía en mi usual berrinche matutino desde que me enteré del nuevo viaje.

Mis padres viajaban mucho, muchísimo mejor dicho, siempre nos quedábamos con mi abuela, con ella viven mi tía y sus hijos, agradables personas pero no muy oportunas a mi situación, mi padre me había prometido que cuando tuviera suficiente edad cuidaría a mis hermanos en vez de mudarnos cada mes de casa, alternando la nuestra y la de mi demás familia.

— ¡No! -alcé la voz y rápidamente la bajé nuevamente al recibir su gesto duro- yo sé que es por los cuatro, soy muy responsable papá, lo sabes, es injusto, tú lo prometiste.

— Si el motivo de tus quejas son que deben mudarse, ni siquiera te preocupes por eso, no tendrán que hacerlo.

Levanté una ceja, mi cabeza hervía.

— ¿Ellos se mudarán acá?

Pregunté con una mueca de horror en la cara, no es que no me agradaran, pero me encanta mi espacio personal y sobretodo estar en mi lugar, el cual es en mi casa... pero sin ellos.

— No, un socio me prestará a su hijo mayor para que te ayude, es solo eso, una ayuda.

Crucé mis brazos con total confusión, mi padre no es el más progresista del mundo, era al menos de lo que estaba segura, si eso es verdad, ¿dejará que un muchacho se meta a su casa con él fuera y conmigo adentro?

— ¿Un muchacho?

El puso poca atención a mi rostro nuevamente y se envolvió en su periódico.

— Así es, es un año más grande que tú, creo que va en tu escuela.

— ¿Un muchacho?

Volví a preguntar, el me miró como si fuera estúpida.

— Sí, Phoebe, un muchacho, es de confianza, deberías tomarte algo para los nervios, un muchacho pondría orden a la casa, aparte ayudaría a protegerte de otras personas, los vecinos no me caen bien, te miran mucho.

Levanté ambas cejas asombrada, detestaba que estuviera tan equivocado y correcto a la vez, no espero mucho del hombre que le dice a uno de mis hermanos "los hombres no usan moños para el cabello" pero vivíamos en un mundo de hombres y si quiero sobrevivir, tengo que fingir.

— Bien, tienes razón, esos señores me dan miedo.

Al fin me dio una sonrisa victoriosa, se puso de pie doblando el periódico y me regaló un beso en la frente al cual respondí con una mueca.

— ¿Y bien?, ¿entonces quien es?

Pregunté al notar que volvía a ignorarme pues iba rumbo a la salida de la casa.

— Es una sorpresa.

Contestó cantarín sacándome de mis cabales nuevamente, no me consideraría gruñona pero cuando me estresan me desconozco.

¿Qué tan probable es que sólo se trate de una broma del señor que le prestó el esperma a mi madre para que yo me encarnara en su ovulo?, se hacía el gracioso con chistes bobos, y este me parece uno de ellos.

Yo lo seguí por la casa casi corriendo para no perder mi aventón al colegio, ya que él me llevaba en su camino a la oficina, el colegio más caro y mixto de la ciudad, no éramos ricos, pero tampoco pobres, según mi viejo justo estábamos "escalando en sociedad", pues su hotel de 4 estrellas comenzaba a florecer y pronto tendría 5 de estas, por eso tenían que viajar pronto, para un congreso o algo así, la verdad no le presto tanta atención como pareciera.

Imbécil Playboy <<1ª Parte: Saga Playboy>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora