Capítulo 19

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La mirada de Krieger era escalofriante y su toque un tanto brusco. Parecía tener miedo de que   huyera si me soltaba

El sudor en su frente, la respiración entrecortada, su mandíbula tensa y la ropa arrugada es la prueba más evidente de que vino aquí en el instante  en que se enteró de mi ubicación. 

—Hablemos en privado —sugerí y miré a Juliette de soslayo—. Podrías asustarla.

Él inclinó ligeramente la cabeza y la observó de forma amenazante. 

Juliette levantó las manos.

—Toda tuya —dijo entre risas.

Krieger tiró de mi brazo y nos encerró en una de las habitaciones vacías que no había tenido tiempo de remodelar para aprisionarme contra la pared. Aún olía a pintura fresca y la luz que entraba por la gran ventana vertical era suficiente para que todo el lugar resplandeciera.

Ambos nos miramos fijamente por unos segundos, pero yo bajé la cabeza porque no podía lidiar con las intensas emociones que me provocaba volverlo a ver, y en lugar de ceder a mi negativa, sujetó mi mentón para obligarme a ver su intensa mirada que parecía devorarme entera.

—Cuando te veía con él, sentía agonía. —Su voz grave y profunda me hizo sentir un escalofrío—. Y cada vez que estaba cerca de ti, te deseaba con todas las fuerzas de mi ser. Nunca salías de mi cabeza incluso cuando estaba en la pista, o en el podio, o en mi garaje o entrenando. Tenía la esperanza de que un día, él muriera en un accidente y finalmente pudiera atraparte. Pero, resulta que todo lo que había visto era una mentira. —Soltó una risita llena de amargura.

—Kriger… —intenté calmarlo—. He tenido mis razones.

—Claro que las tuviste —replicó—. ¿Quieres saber lo que sentí cuando descubrí que la misma mujer por la que suspiraba día y noche era la misma a la que intentaba acabar en la pista?

—¿Saberlo hubiera cambiado algo?

—Lo hubiera cambiado todo.

—¿Cómo qué?

Deslizó delicadamente su dedo índice sobre mi mejilla. Después, sujetó mi mentón…

—Te hubiera demostrado de todas las formas posibles lo intenso que puedo ser con la mujer que me encanta.

Y me dio un beso lleno de desesperación.

Su brazo izquierdo rodeó mi cintura, mientras que con el derecho se recargó en la pared. En este punto tengo que ponerme de puntas para continuar con el beso mucho más cómoda.

Sin embargo, llegó un punto en el que estaba subiendo de nivel y sentí la necesidad de detenerlo.

—Krieger —dije entre besos—. No podemos…

EL GRAN CIRCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora