Obsesiones pelirrojas [✓]

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Al entrar dejé la caja en la barra que queda a mi derecha y cerré la puerta. Había un pequeño desnivel donde termina el espacio destinado para la cocina y empieza la sala, en donde hay solo dos sofás pequeños y entonces hay un diminuto pasillo con dos puertas a cada lado. De la derecha sale un halo de luz, por lo que golpeé la puerta con los nudillos para conocer a mi compañera.

Me esperaba todo menos la sonrisa que esbozaron sus labios.

—¡Hola! Finalmente, la compañera que me prometieron. —Sus ojos se achicaron cuando sus comisuras fueron aún más arriba y me tendió la mano-. Soy Ruby.

Recelosa alcé mi mano hasta la suya y antes de que pudiera estrecharla Ruby me envolvió con los brazos. Un abrazo corto y fugaz, que aun así me descolocó.

—Soy Fay —pronuncié jalando el arete de mi lóbulo. Ruby asintió con ligereza, como si estuviera procesando lo que le dije y caminó hasta una de las dos camas.

—Es un bonito nombre.

Le sonreí y después eché un vistazo a la habitación. Aunque fuera un espacio grande, sí que teníamos que compartir esto.

La cama de la izquierda estaba perfectamente tendida y la mayor parte de la pared de ese lado estaba lisa, a excepción de las largas tiras de hojas falsas que decoraban toda la estancia. El lado de Ruby tenía varias Polaroid que a esa distancia no lograba ver con claridad. Ella ya no me observaba, estaba muy concentrada en la pantalla de su portátil. También la observé a ella, llevaba un camisón rosa de una tela que parecía ser muy suave y estaba descalza. Su cabello castaño tenía ligeras ondas que parecía de comercial y sus ojos miel resaltaban con la luz de lo que fuera que estaba viendo.

Definitivamente era mejor de lo que me imaginaba, sin decir nada dejé la mochila en mi cama y volví por la caja para desempacar lo de dentro. Al volver puse las cosas en la que sería mi mesita de noche. Me quedé mirando el marco que Allan me regaló, era una foto nuestra. Sonreí al recordar aquel día, uno inolvidable y de los mejores de nuestra relación. Éramos él y yo en una fiesta, luces azules se reflejaban en nuestros rostros, él tenía su brazo por detrás de mis hombros para acercarme a la toma y ambos estábamos en lo alto de un balcón. Acaricié el contorno de su rostro antes de dejarla en su sitio.

—¿Quién es él? —cuestionó Ruby con un tono pícaro, cuando la vi estaba alzando las cejas.

—Es eh... Mi novio.

—Se ven lindos, seguro lo son. —Achicó de nuevo los ojos.

—Sí... —musité y le sonreí de vuelta. La personalidad que tenía Ruby ya me había hecho sonreír varias veces más de lo que me imaginé en un principio.

Mi mirada se deslizó hasta mis brazos y bajé del todo las mangas antes de seguir acomodando mis cosas.

Mi celular no tuvo señales de vida hasta el día siguiente, y claro que no esperaba que fuera papá, el nombre de Allan iluminó la pantalla y mi estómago pegó una voltereta. Me decía que estaría fuera el fin de semana y que no podríamos vernos hasta el lunes, lo malo de haber llegado un viernes era que ahora tenía que esperar. Aunque precisamente lo había hecho para vernos lo antes posible mi plan fracasó y me encontraba en mi habitación compartida con todas mis cosas ya colocadas y sin nada que hacer.

Ruby me avisó que saldría un rato y me encontraba sola merodeando por la habitación, que, aunque no fuera pequeña, claramente no aparecería algo de la nada ni, aunque revisara quinientas veces.

Me tiré en la cama y mis ojos se clavaron en la foto de Allan y de mí. Tomé una bocanada de aire y me giré bocabajo para agarrarla. Ojalá las cosas siempre fueran como antes de romperse, lo entendí aquella vez que destrocé una de mis tazas favoritas en un arranque. Perder lo bonito de algo en lo fugaz de un momento y saber que no podía volver a ser como antes por haberlo arruinado.