5. Insomnio

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Estuvo de mal humor el resto del día. En parte le había alegrado ver a Pedro un poco más recuperado. En su normalidad, por decirlo de alguna forma. Era amable, no le era difícil hacer contacto visual con él porque era agradable encontrarse con sus ojos y aquello le transmitía cierta paz, pero ese día Esra no estaba en su mejor momento y ahora solo recordaba su reencuentro con un sentimiento incómodo que no la dejaba en paz.

No quiso cenar con Grace esa tarde. Prefirió irse a la cama con el estómago vacío y a media noche, mientras sus tripas gruñían en incesantes quejidos, se arrepintió de ello.

—Maldita Esra... —murmuró en lo que se incorporaba. Se puso el overol oscuro que usaba en momentos de descanso y los zapatos, esperando no encontrarse con nadie a esa hora por los pasillos. Buscó la máquina expendedora más cercana, pero cuando llegó a la del ala médica, no encontró nada que pudiera exactamente quitarle el hambre.

Le bastaría con un paquete de galletas o algunos frutos secos, pero sólo había chicles, gaseosa y chocolates. Se movió por los pasillos hacia ingeniería con agilidad y terminó cerca de equipamiento, esperando encontrar algo e irse. Pero cuando vio a Pedro de espaldas a ella en la máquina dudó antes de acercarse.

Lo reconoció por las ondas que se hacían en la parte de atrás de su cabello e intentó sonreírle cuando él notó su presencia, pero sólo consiguió una mueca.

—Esra...

—Lo siento. —murmuró clavando sus ojos en la máquina. Pedro se agachó para recoger su gaseosa y ella señaló las galletas con chispas de chocolate del otro lado del vidrio. —Buscaba esto.

—¿Tampoco podías dormir? —Esra se desabrochó un poco el cierre de su overol para encontrar su tarjeta en el bolsillo interior y Pedro notó su pijama rosa bajo el uniforme.

—Sí. —dijo ella concentrada. —No cené esta noche.

—¿Estás bien?

Pedro parecía confundido. Tenía ojeras y el cabello algo desordenado, como si hubiera despertado de un mal sueño.

—Sí. A veces me cuesta dormir. ¿Tú?

Él parpadeó varias veces y después se miró los pies.

—Tuve una pesadilla.

Esra asintió.

—¿Fue muy malo?

—Sí. —admitió. —No he podido dormir mucho desde que salí del hospital.

—¿El doctor no te dio somníferos?

—No me gusta tomarlos. No se siente como si durmiera realmente, más bien cierro los ojos y luego los abro y ya acabó. Es como si apagaran un interruptor en mi interior, muy incómodo a decir verdad.

—Entiendo.

Esra se alejó un poco de la máquina. El silencio a esa hora en los pasillos era tan fuerte que podía oír la respiración pesada de Pedro cerca de ella. Estaba cansado.

—No creo que una gaseosa ayude. —le dijo. —El azúcar lo hará peor.

—Sólo buscaba con qué distraerme.

Esra se moría por comerse las galletas. Su estómago continuaba quejándose y le avergonzaba que él escuchara eso.

—¿Una caminata?

Pedro asintió y comenzó a seguirla a través de los pasillos. Esra le ofreció galletas, pero él no podía comer. Tenía el estómago revuelto desde aquel sueño en el que el accidente se repetía una y otra vez. No importaba lo que hiciera, cada vez que cerraba los ojos cometía otro error que guiaba a su escuadrón a la muerte.

L E J O S [Pedro Pascal]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora