Cuando Leah me comentó lo de su decisión no me parecía tan mala idea, no dejé escapar ese momento y le pedí que fuera mi novia. Tenía la sensación de que era la chica ideal, mi chica, a partir de ahora.
Con la sorpresa en sus ojos, aceptó ser mi novia, y desde ese momento, fuimos pareja.Se quedó en mi casa durante una temporada, tuvimos que dividir tareas e ir a hacer la compra una o dos veces a la semana. No parecía complicado, hasta que, pasado un tiempo le dije que teníamos que sentarnos a hablar de las cuentas de la casa. Sí, era mía, pero teníamos que remar en la misma dirección porque ahora también era suya al vivir bajo el mismo techo.
Eso a su amigo Lean no le hizo mucha gracia, le decía a Leah que como es que en tan poco tiempo confiaba más en otra persona que no fuera él para irse a vivir a otra casa. Qué le habría dejado quedarse en la suya.
A mí me daba un poco igual lo que pensara de mí, no iba a caer bien a todo el mundo, ¿sabes? Aunque fuera su mejor amigo.Estábamos muy enamorados e ilusionados con esa nueva etapa en nuestras vidas. Tenía a la chica que más quería a mi lado, no paraba de repetírselo todos los días.
Y compartíamos el mismo espacio y algunas actividades juntos. Así que, no me podía quejar. Era muy afortunado.No tuvimos nuestra primera vez hasta que nos sentimos realmente preparados.
No queríamos sorpresas y eso que ya éramos lo suficientemente adultos para enfrentarnos a ese tipo de preocupaciones. Veía a Leah una chiquilla para que fuera madre aún. Y eso que tenía 26 años encima. Claro está, que no le iba a decir que era una muchacha joven. Total, nos llevábamos dos años de diferencia.Yo no era un chico muy romántico respecto a las citas, la llevaba a dar una vuelta en moto, paseábamos por parques o centros comerciales mientras charlábamos sobre la vida, nuestras inquietudes, que esperábamos del futuro, dónde nos veíamos dentro de unos años, etc. Parábamos a tomar algo o veíamos tiendas cuando salíamos por ahí a los centros comerciales. A veces nos quedábamos en casa viendo películas, aunque tengo que reconocer que me quedaba mirándola más rato a ella que a la televisión, entonces me miraba, nos reíamos y nos besábamos.
Cuando nos poníamos calientes no pasábamos de las caricias y los besos o las manos por encima de la ropa. Con el paso del tiempo y la confianza mutua, las manos se deslizaban por debajo de la ropa y recorría su figura, mirándola a los ojos, la decía lo preciosa que era. Algunas veces me quedaba embobado mirando lo bonita que era cuando se quitaba la ropa para ponerse su pijama y tenía que poner distancia con lo que quería el corazón para no abalanzarme sobre ella y hacerla mía. Pero, luego, la abrazaba y le decía que era lo mejor que me podía haber pasado.
La quería mucho y no pensaba separarme de su lado, la apoyaría en su toma de decisiones y en lo que hiciera falta. La llevaría al final del mundo de la mano... Pero, eso es lo que piensa uno cuando es un joven muchacho enamorado.
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Mi conquista sobre ruedas
Teen FictionAdam es ese chico de ojos claros que va en moto a todos lados, estudia por las mañanas y pincha música por las noches en las mejores fiestas que realiza la universidad. Leah es esa chica que le encanta diseñar tatuajes, estudia Diseño Gráfico y quie...