1. El inicio del final (parte 1)

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Sangre... Demasiada para mi gusto. ¿Mamá, estás bien?

Sabía que mi padre podía llegar a ser malo, pero en esta ocasión la situación se le fue de las manos. Como todos los días, mis padres me obligaron a encerrarme en mi habitación. Sabía lo que se aproximaba: gritos, sollozos, vasos o platos rompiéndose... Ya estaba acostumbrada.

Un estruendo cesó los gritos provenientes de la cocina. Mi mente de seis años solo pudo pensar en el bienestar de mis padres, ¿entraría alguien en casa?

– Voy a salir, cariño.

Me avisó mi padre, escondiéndose entre la puerta dejando ver sólo su rostro.

– Ten cuidado, no olvides que te quiero.

– ¡Y yo a ti, papi! – dije, mostrando mi sonrisa la cual le faltaba los dos dientes frontales de arriba. Papá se fue y decidí salir a jugar con mamá. ¿ Por qué mierda no me quedé en mi habitación?

Mamá estaba tirada en el suelo de la cocina. Ese charco carmesí que le rodeaba la cabeza me hizo quedar en shock. Caminé lentamente analizando la situación, cuando llegué a su lado me arrodille y me di cuenta que estaba respirando.

– ¿Te imaginas ser una abeja? – le dije – Vivir en la naturaleza, tener una casa con muchos amigos, crear el alimento más rico del mundo... Mamá, ser libres... Libres sin ser lastimadas.

Mamá movió su mano y me acarició la mejilla.

– Esta situación acaba ahora. Olaya, vámonos de aquí.

¿Nos vamos? No... Papá se quedaría solo, no quiero que llegue a casa y que vea que no estoy aquí.

Tonterías.

Estaba sentada en una silla sin respaldo frente a mamá. Ella recogía toda nuestra ropa rápidamente y la guardaba en mi mochila escolar. Teníamos tan pocas prendas que las suyas y las mías llenaron dos pequeños bolsos.

–Vamos Laya, coge un solo peluche y espérame en la puerta. – me dijo mamá mientras limpiaba sus heridas en el espejo de la habitación. Cogí mi peluche favorito, una abeja que entre mis manos se veía bastante grande. Realmente tenía una obsesión con esos bichos.

Salí del cuarto y me senté frente a la puerta principal. Jugaba con mi mochila (que para variar, también era de abeja) y mi peluche. Escuché el sonido reconocible del coche de papá entrando al garaje. ¡Podía despedirme de él!

–¡Papá, te extrañé!– grité mientras bajaba las escaleras con rapidez. Sentí una mano que me agarró fuertemente del hombro, era mamá. –¿Qué pasa?

–A la cuenta de tres, vas a bajar corriendo y saldrás de aquí, por aquella puerta, ¿la ves? – sabía a cuál se refería, pero no entendí por qué tenía que hacer eso –Uno... dos...¡tres! – bajé corriendo lo más rápido que mi pequeño cuerpo me permitía, abrí la puerta de la salida y me quedé esperando la llegada de mamá, ¿por qué tardará tanto? 

-Koş kızım, hiçbir şey için durma- Me gritó mamá, mientras yo seguía sin saber de qué y por qué escapaba.

En medio del trayecto me giré pensando que iba a encontrar a mamá atrás de mí, pero lo que vi me horrorizó. El uniforme distintivo blanco de papá parecía ser rojo con manchas blancas. ¿No será sangre de mamá verdad?

oh, sí lo era...

-Куда ты идешь, моя дочь? Это то обращение, которого я заслуживаю после столь долгой заботы о тебе?- (¿A donde vas hija mía? ¿este es el trato que me merezco después de tanto tiempo cuidándote?). Sus palabras resonaban en mi mente mientras corría sin mirar atrás.

Black threadWhere stories live. Discover now