prólogo

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—No es tu culpa, Hazel.

Decía mi amiga tratando de que mi llanto cesara.

—Se fue por mi.

—El quiere que vos estes bien, y con él no lo estabas —hizo una mueca —Estás mejor así.

—¿Y él? —la miré con ojos llorosos —¿Él cómo estará?

—No podes vivir culpandote de algo que está fuera de tus manos, y como está fuera de tus manos también tendría que estar fuera de tu mente.

Suspiré. Sabía que tenía razón, y sabía que en parte yo también tenía la culpa de que él se fuera.

—¿Podrá perdonarme?

—No tiene nada que perdonarte, Hazel. Abrí los ojos, él te hizo mal, vió la opción de irse para que vos puedas estar mejor y la tomó.

—Prometo que cuando me encuentre mejor y sienta que soy la persona adecuada para estar con vos, volveré.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo, Haz —sonrió mientras me abrazaba —Pero por el momento, quiero que te enfoques en vos y en tu carrera, ¿sí?

Asentí.

—Yo sé que lo vas a lograr, y cuando llenes tu primer estadio, yo voy a estar ahí, en medio del público.

—Te voy a estar buscando entonces.

Miró su celular y vió la hora.

—Me tengo que ir, Haz.

—No me gustan las despedidas.

—Es temporal.

Suspiré. Sabía que había tomado esa decisión por mí, y en parte me alegraba saber que le importaba como me sienta, pero por otro lado, me dolía saber que lo iba a tener lejos.

—Te quiero, y mucho.

—Yo a vos —dije en un hilo de voz.

—No llores, si queres saber algo de mí, podes preguntarle a Nico, yo voy a seguir hablándome con él —asentí —Me voy —hizo una mueca —Nos vemos, Haz.

—Nos vemos Iván.

—Haz, ¿me escuchaste?

Posé mis ojos sobre mi amiga, dejando de recordar como había sido nuestra despedida.

—No, perdón, ¿que me decías?

—Que hay pasajes para dentro de dos semanas, eso es lo más pronto que tiene, ¿los saco?

Asentí.

Había tomado la decisión de volverme a Estados Unidos con mi familia para pasar el cumpleaños de mi abuela con ella y Sofi, quien había decidido acompañarme.

—Va a ser temporal, ¿no?

La miré dubitativa.

—¿Vamos a volver?

—No sé, capaz me sienta bien quedarme unos días o meses en casa.

—¿Querés que me quede?

—Si vos querés, sí. No quiero que abandones a tu familia, a Nico y a los chicos por mí.

—Van a ser unos meses nomás, Haz.

—Pero no se cuantos.

—Bueno, de la vuelta nos fijaremos después pero, ¿tenés pensado decirle a los chicos?

—¿Que me voy y probablemente vuelva después de unis varios meses? —ella asintió —No por ahora.

—Se van a sorprender cuando me vean volver a mi sola del aeropuerto.

—Voy a decírselos antes de que llegue el día, tranquila.

—Bueno, pero más vale que vuelvas, no pienso hacerme yo sola responsable de todos estos monos —ambas reímos.

Y después de las dos semanas de espera, ya me encontraba frente al aeropuerto, mirando todo a mi alrededor.

Se me estaba haciendo difícil decirle adiós a mi segunda casa, al igual que se me hizo difícil tener que mentirle a una de mis mejores amigas con que iba a volver.

Iba a volver, en eso no le mentí, pero en mi mente los meses en realidad era un año. Un año alejada de mis amigos, pero más cerca de mi familia.

Sabía que cuando se enteren me iba a odiar, pero como Iván tomó la decisión de irse por mí, era momento de que yo también tomé una decisión, y que también sea por mí.

Después de unos largos minutos de abrazos y llantos, agarramos nuestras valijas y empezamos a subir al avión.

Miramos para atrás, moviendo la mano en forma de saludo una última vez antes de que el avión despegara.

Coloqué la valija encima de mi asiento para luego sentarme y colocarme el cinturón.

—Vamos a estar bien, tranquila —me animó Sofi.

No planeaba hacer este viaje acompañada, pero tampoco me imaginaba una mejor compañía que la suya.

Recosté mi cabeza en su hombro y en cuestión de minutos mis ojos empezaron a cerrarse.

Sabía que iba a ser un viaje largo, y que dormir iba a ayudarme a despejar mi mente de todas las cosas que pensaba sobre lo ocurrido semanas anteriores.

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