24. A flor de piel

1.3K 151 33
                                    




Me duelen las manos. He intentado mil veces no prestarles atención a mis dedos hinchados, pero se ha convertido en algo insoportable. Han estado causándome problemas desde la semana pasada, desde que el celo del alfa terminó.

Levanto mi jersey, descubriendo horrorizado el sarpullido en mi espalda. Así que de ahí venía la comezón. Me pregunto a quién podría acudir, pienso inmediatamente en Renjun, pero desde nuestro encuentro en el jardín lo he estado evitando. Al igual que el alfa me ha estado evitando a mí. No es que ambas cosas tengas correlación.

Pero hasta donde yo sé, ellos se han reunido para discutir los mensajes cifrados que Mark les envía desde su lugar asignado como agente de insignia azul.

Sin embargo, ya no lo soporto más.

Irrumpo en la biblioteca. Jeno me mira como si hubiese avistado los comienzos de un huracán. Tiene el cabello aplastado, las manos puestas sobre un libro enfundado en cuero marrón, su hombro se despega de la ventana en el momento en que mi olor cubre su lluvia.

—Llévame con Renjun —le pido, mi tono más autoritario de lo que se esperaría de un criador.

No me interesa. Después de días de no vernos las caras, es justo que no lo trate con gentileza. Veo el cansancio en sus ojos, la expresión ofuscada titilando en su boca. Esa boca. ¡La detesto!

—¿Algo está pasando?

Finjo que no estoy temblando de pies a cabeza, que mis manos no han dejado de arder desde el momento en que lo vi, después de tantos días. Debo haber estado en lo correcto, eso de los besos es una enfermedad. Él me enfermó, y por alguna extraña razón la cura parece ser él mismo. Agh, que destino maldito el mío.

—Me he sentido mal estos días y no confío en los médicos de por aquí. –Solo pensar en ser tocado por la doctora del mal envía una picazón siniestra a mi espalda. –Llévame con Renjun, alfa.

—Bien –me dice, asintiendo con su cabeza. Sé que quiere decir algo más por lo que hago un esfuerzo en permanecer aquí, de pie frente a mi veneno. –Mi padre me comentó sobre su charla del otro día, dijo que nos invitaría a cenar. ¿Qué es lo que estás tramando?

—Creí que te lo había dicho, ¿o acaso el celo te nubló la memoria? –Ruedo los ojos, una sonrisa melindrosa en mis labios, no sé qué estoy intentando demostrar, pero refugiarme en las emociones negativas es mejor que enfrentar a las "otras". –Como sea, no tengo que darte explicaciones.

Los huesos de su mandíbula se tensan.

—Jaemin.

—¿Qué?

El libro se cierra con tanga fuerza que el polvo se desprende de las páginas, flotando bajo la luz del sol y entre la gran distancia que nos separa. Como si no fuese nada, como si pudiese caminar esos pasos en segundos y estar pegado a él, otra vez. Pero lo es, es algo. Es una pared entre los dos que yo mismo he forjado. Me protege, no permite que él pueda entrar, no de vuelta.

—No juegues conmigo.

Alzo la barbilla, mis dientes se cierran ante el tono de su voz.

—¿Es una amenaza?

Y en un chasquido de tiempo la ferocidad de su mirada se esfuma, la tensión en sus huesos se aligera y la cicatriz de su boca se estira hacia abajo, en una mueca dolorosa.

—No, yo jamás te haría tal cosa. Es un pedido, te lo pido por favor.

No es justo. Sé que no estoy siendo justo. Que tengo a muchas más personas con las que enfadarme, que de alguna manera tengo un embrollo en la cabeza y la única forma de cubrirme es atacarlo a él. A él quien me salvó del desierto, que me hizo creer que podría obtener algo de libertad, a él que me dio mi primer beso. A él que me engañó para ser su signo de revolución, que me hizo blando ante un alfa, a él que me dejó para que despertase solo y sintiéndome engañado una vez más. No puedo evitar odiarlo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 26, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Edén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora