Tuve un sueño extraño. Mi madre estaba tarareando el Hallelujah, su falda se movía a voluntad del viento mientras caminaba por los jardines del Edén y se adentraba en el laberinto. Quise seguirla, moví mis piernas con toda la fuerza que tenía, pero no lo conseguí. Se alejó y se alejó, hasta que el tarareo cesó.El dolor me agujeró el pecho al despertar.
Las lágrimas resbalan por mi cara y las odio con toda el alma. Las refriego cuanto puedo, hasta que tengo toda la cara roja y las manos temblorosas. Me he vuelto débil, quebradizo. ¿Qué está sucediendo conmigo?
Un día mi madre me dijo que dolería mucho, que la vida sería un tormento. También me dijo que sería feliz, tan feliz como respirar de cara al sol en un día de invierno. Dijo que oírme llorar era como escuchar los lamentos de un huracán. Dijo que oírme reír era como descubrir el mar.
Nunca he visto el mar.
Mis pasos retumban sobre el suelo del pabellón de los criadores. Abro la puerta del baño y veo a Miham cerca de la regadera, con la chica de la cacería rehusándose a ser tocada por sus manos frías. El poco cabello que le queda a Miham cuelgo en una trenza mal hecha y el jabón se le resbala de las manos al percatarse de mi existencia.
—¡Por fin! —brama, salpicando agua cuando deja caer el cepillo de madera dentro del gran recipiente. —Hazte cargo de ella, ya tuve suficiente.
La puerta se cierra con fuerza cuando sale y me deja solo junto a la fiera. Suspiro, acercándome a la regadera, me pongo de rodillas, sin importarme que el pantalón se me empape, entonces me remango la camisa y busco el cepillo en el fondo del balde.
—¿Quieres hacerlo por tu cuenta?
Ella me arrebata el cepillo y rasquetea su piel con tanta furia que es difícil de ver. Temo que se quede en carne viva, pero quién soy yo para interrumpir su descargo. Me recuesto contra la única ventana que apenas deja entrar los rayos del sol.
—¿De verdad eres muda o solo finges para pasar desapercibida?
Para mi sorpresa el rasqueteo se detiene y me mira con esos ojos de cielo por entre su fino cabello.
—A los alfas le gusta el silencio.
La risa que se me escapa no es más que un feo resoplido.
—Por supuesto, las piernas abiertas y la boca cerrada, el combo perfecto. Es asqueroso.
—Debemos sobrevivir de alguna manera.
Los brazos se me caen. Tal vez he oído mal, porque dudo que alguna vez pueda escuchar algo así venir de uno de los criadores. Sin embargo, lo noto. Veo la ira con la que se daña a sí misma, la petulancia con la que escupe las palabras. Está herida y enojada. Ah, la comprendo demasiado bien.
Entonces arroja el cepillo contra la pared y se mete bajo la regadera. Tiene las rodillas rasgadas y los talones cuarteados por caminar sobre espinas. Su cabello es una maraña y sus uñas están todas quebradas. Nunca había visto a una mujer desnuda, pero no es algo que me conmocione. Ella está suave en los lugares en donde estoy firme. Tiene senos pequeños que se estiran cuando levanta las manos y se refriega la mugre del pelo. Y tiene las mismas marcas espantosa que también descansan en mi piel.
Evito seguir contemplando el triste espectáculo, hasta que el agua deja de correr y su voz crece en el baño.
—Te vi en la verbena, también estaba allí.
Le extiendo una de las toallas que se guardan en el gabinete. Se enrosca en ella y vuelve a sentarse en el banquillo, como si se le hubiese ido la fuerza del cuerpo.

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Edén
FanfictionTodo lo que un criador debe hacer es llegar al Edén. •Distopía •Omegaverse Portada: @Doddlemin ✨