19. La cacería

839 126 37
                                    



El calor me hace quitarme la ropa a mitad de la mañana, lo quito todo hasta que incluso las sábanas son una molestia. Un ruido de fondo no deja de perturbar el pobre intento que estoy haciendo por evitar pensar en los fluidos que salen de mi cuerpo. Entonces el olor agrio de la lluvia me despierta.

Xiu me mira desde una altura considerable para alguien tan pequeño. Su vientre sobresale un poco por debajo de la camisa y el chaleco de lana. Debe estar helado afuera, pero incluso con las ventanas abiertas siento que podría hacer combustión espontanea.

—Traje el desayuno.

Debo tener el aliento asqueroso. Xiu me lo hace saber al arrugar la nariz ante mi bostezo.

—Me siento como si me hubiese atropellado un ejército.

Y estoy listo para escapar de mi propia piel. Caigo rendido en el suelo, me arrastro como puedo hasta el baño y lo vomito todo en el escusado. Xiu me trae un vaso de agua y se agacha a mi lado para frotarme la espalda. A veces dudo de que sea un chico inocente y solo esté engatusándome con su atención hacia mí. Pero recuerdo la felicidad con la que siempre habla de su embarazo y las cosas que dice sobre tener un futuro cercano mucho más prometedor, entonces caigo en cuenta de que realmente es un niño a quien le han lavado la cabeza.

—Tu alfa me buscó hace dos horas, me preguntó si podía hacerme cargo de ti.

—¿Él hizo eso?

—Ajá. Está durmiendo en el sofá de la sala en este momento, parece que ustedes dos tuvieron una noche difícil.

Me cuesta imaginarlo en ese incómodo sofá en que las maderas tocan tu espalda, sería como un rey en el barro. Pero lo agradezco, porque me sigue temblando la vida al imaginar que otro alfa pude entrar y atacarme mientras estoy en este estado en el que no soy consciente de muchas cosas. Pero estoy rabioso, tan enfadado por lo que él me hizo sentir, por el alivio que me dio tratándome como lo que soy. Un bicho raro que necesita de un alfa.

—¿Sabes lo que sucedió?

Xiu asiente y me cubre los hombros con la camisa que huele a bosque en cada respiración. Hay una taza de té que es tan delicada como todo aquí dentro, pero sé que no todo lo que reluce es oro. Le doy un sorbo, tan pequeño que apenas me moja los labios, sabe a lavandas y a carqueja. Xiu se sienta en la silla de enfrente y aplasta sus mejillas con manos menudas como las de Renjun.

—Deben estar destripándome vivo por asesinar a un alfa.

No me cuesta pensar en lo que hice, porque lo habría hecho una y otra vez. En realidad, espero que haya sido una imagen terrible, espero que en sus ojos abiertos y perdidos quede el terror que me tuvo cuando metí la daga en su corazón.

—¿Importa? —Se levanta enseguida para buscar toallas limpias que deja en el buró cerca de la entrada del baño. —Tú... tienes suerte, ¿sabes?

Le miro por sobre mi hombro, el té me caliente el pecho y el celo pone a hervirme la sangre.

—Si esto es tener suerte entonces no quiero imaginarme lo que me hubiese sucedido de no tenerla.

—Te habrías preñado de ese alfa —responde Xiu, la tensión es palpable con la manera en que aprieta la tela sobre su vientre. Y me duele el corazón al ver una vida de torturas aquí dentro pasar en sus ojos infantiles. —Come algo y date una ducha, necesitas recuperar energía.

Él sabe más que yo. Mucho más. Podrá tener unos cinco años menos y quizá sigue pareciéndome que su cerebro fue metido en una licuadora, pero sigue sabiendo más que yo porque ha tenido más experiencias, ha visto muchas más realidades.

Edén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora