Edén

16. Nuestra pequeña revolución

Zombie - The cranberries

Soy débil. Estrujo la biblia contra mi pecho, cómo si eso fuese a hacer que los pecados no estuviesen sedientos por entrar en mi habitación esta noche. Pero él sigue el movimiento y me pone de los nervios. Soy tan débil y estúpido. Siento el peso del universo sobre mí, me sofoca, me arrebata el aire de los pulmones.

—Tú... ¿estás loco?

Me niego a confesarle que tener un alfa es una locura para los criadores, pero que en locas fantasías de mi infancia creí que uno podría salvarme si me esforzaba por cumplir las órdenes del doc. Luego se convirtieron en hombres sin rostros que tomarían lo poco que quedaba de mí, ya no me importaba lo que me sucediese. Ahora los desprecio, me repudia la idea de pertenecerle a uno. Aborrezco la sensación que tuve durante el celo, como mis instintos más primitivos aceptaron la oferta de ser consolado por sus manos.

—Es la única opción.

Ay, eso ha sido directo a terminar con mis esperanzas.

Detesto que la única opción sea entregarme a él. ¿Qué sucederá después? Mamá era una omega con una marca en su cuello, la vi despedazarse a sí misma durante años por la falta que mi padre había dejado en su alma. Si sobrevivió fue porque tenía que hacerme sobrevivir a mí. Soy consciente de que podría sucederme también, excepto que no soy del todo un omega.

—¿Y si rechazo tu marca?

Veo la extensión de su cuello, la mordedura que le hice se ha ido por completo, eso es porque él es un alfa y no puede recibir la marca, y yo apenas si soy uno. Pero una partecita de mí, un fantasma de lo que fui, se aqueja, pensando en que jamás lograré dejar que mi marca permanezca en su piel.

Me doy cuenta de que le envidio, a él quien nunca fue usado, abierto de par en par y rearmado. A él que puede tenerlo todo, ser feliz en este hermoso mundo de mentiras con ropa elegante y cucharas de plata en la boca. Sin embargo, está aquí esta noche, diciéndome que se inmolará contra su padre para demostrar un punto.

–Haremos que funcione –dice, estrujando sus nudillos. Es un gesto nervioso, lo comprendo porque tengo un millón de esos, pero no deja de parecerme que podría explotar en cualquier segundo. Cuídate de los monstruos, me había dicho mamá, ¿cómo puedo saber en cuál de ellos confiar? –. Te morderé, entonces tu correrás, encuentra a cualquier otro criador y diles que entré en tu habitación y te ataqué.

Se pone de pie, arrugándose las mangas de la camisa que siguen desmoronándose.

–¿Lo harás ahora?

La biblia cae de mis brazos y resbala por las sábanas, el golpe seco que hace contra el suelo nos congela a ambos. Él estira su mano como si pudiese alcanzarme, me inclino hacia atrás como si realmente pudiese hacerlo.

–No hay otro momento –Luce como un rey a quien le usurparon el trono, como un forastero en sus propias tierras. Tiene las quemaduras del desierto en la piel y esa fea cortada en su labio superior, pero el porte es el de un hombre que algún día tuvo una corona en su cabeza–. Debemos estar un paso por delante, estoy seguro de que si mi padre quiere fastidiarme te enviará con ese imbécil de los centinelas.

Estoy cansado de hacer preguntas, cansado en demasía de quedarme en una cama mirando hacia una puerta que nunca se abre. Pero necesito que me diga lo que está pasando por su cabeza, lo que está maquinando alrededor de una tormenta de espinas y veneno. ¿Por qué me involucra en sus delirios de revolución?

Ni siquiera sé si me conviene o no estar involucrado.

–¿Tu padre te creerá? –mascullo, yendo hacia atrás en la cama, escapando de su aroma a lluvia–. Dudo que se trague el cuento de que por accidente tus dientes resbalaron en mi cuello.