Mamá me contó sobre las primeras propagandas del Edén, ella no había logrado verlas porque todavía faltaban un par de décadas para que naciera, pero mi abuela le trasmitió esos recuerdos de cuando era una niña de unos ocho o nueve años aprendiendo divisiones simples.«El paraíso en la tierra» decía la voz de un hombre formidable a través de las bocinas. Su tonada era cantarina y descansada, como si lo trasmitiese desde lo alto del cielo, acostado en esponjosas nubes, viendo los pájaros extender sus alas y armar sus nidos en las ramas de los árboles, mucho antes de que estos fuesen arrasados por las bombas que supuestamente ayudarían a destruir los residuos del virus.
Mi abuela se encontraba jugando en la vereda junto a sus hermanas menores, en ese entonces no tenían muchas preocupaciones. Las tres eran omegas y llevaban una vida sencilla, con padres betas que trabajaban en la fábrica industrial de la plaza central. El Edén no era más que un proyecto político, un incentivo para ganar las elecciones por parte de un partido que recién estaba propulsándose.
La idea de un lugar mejor, más protegido.
Al principio todos irían al Edén, luego la segunda ola del virus llegó cuando mamá se embarazó de mí, y los únicos que ingresaron al paraíso fueron aquellos que no estaban enfermos o que llevaban el gen alfa en la sangre.
Mamá se enteró de lo que era yo unos meses después de darme a luz, para ese entonces el virus ya había ingresado a su sistema, pero los síntomas eran lentos y soportables. En ella duró por unos cuantos años.
Para que no me alejasen de sus brazos, me llevó a un refugio en el que vivimos un largo tiempo. Solía rozarme con sus muñecas toda la cara, el cuello e incluso detrás de las rodillas, enmascarando con sus feromonas (más dulces, más poderosas que las de un niño) el aroma que desprendían las mías. Todo con tal de que nadie descubriese la verdad. Fue una suerte que las personas en los refugios se preocupasen de sus propios asuntos, nunca preguntaron por nuestra historia.
Los refugios se crearon mediante un acuerdo político entre los regentes del Edén y los pocos políticos de alto rango que querían permanecer en las ciudades infectadas. Los médicos alfas venían en contra de su voluntad a ver cómo nos iba, pero cuando un agente era el que venía todos sabíamos que pronto uno de nosotros moriría.
Los omegas fueron los primeros en ser tocados por el manto de la muerte, adelgazaron, supuraron, sangraron. Mamá resistió tanto como pudo, hasta que una noche se fue de este mundo.
Conocí al doc el tercer día de encierro. Nos llevaron a una sala con pisos de metal y paredes de ladrillos. Nos cortaron el pelo al ras y nos hicieron pararnos en fila con las manos en la pared. Era uno de los chicos más grandes, a mi izquierda una niñita de cuatro años gritaba por su padre. Estábamos desnutridos y oscurecidos por la exposición al sol. No importaba qué colgase entre nuestras piernas, todos parecíamos un grupo de estampillas repetidas en diferentes tamaños.
El doc se paró frente a nosotros, tenía una liberta electrónica en la mano. Me señaló por último, en total eligió a tres sujetos de prueba que tomaría bajo su ala. Era un recién llegado, el más jóvenes entre los investigadores y le dieron a elegir primero a modo de bienvenida.
Tardé años en darme cuenta de que el doc tenía más corazón que el resto de ellos.
Empujaba un pedazo de pan con nuestra avena, nos dejaba oler las velas de su oficina y nos contaba cosas del viejo mundo. Un día entró en mi habitación y me llamó pajarito, sus ojos lagrimearon al verme tapado por la frazada, agonizando por las cortadas que él mismo había hecho en mi vientre.
—Mira lo que te he hecho —dijo, acariciándome la curva del hombro—, no eres más que un pajarito con las alas quebradas.
Estaba borracho, lo noté cuando su aroma a alcohol me embotó la nariz. Se quedó allí por un largo rato, expiando sus propios pecados.

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Edén
FanfictionTodo lo que un criador debe hacer es llegar al Edén. •Distopía •Omegaverse Portada: @Doddlemin ✨