Mi conquista sobre ruedas

Adam

Estaba tomándome un café cuando no sé quién de los dos se sobresalta antes, si ella o yo.

No me esperaba que ya estuviera despierta, y menos con una toalla cubriendo poca piel, olía a mi champú de coco y lima, así que ya lo había probado... Que listilla era, duchándose en mi casa. ¿Qué podía hacer para romper el hielo? La toalla se amoldaba a su silueta y me dejaba ver unas largas piernas que es donde se encontraba mi mirada ahora. Se preguntaría que como es que la miro tan descaradamente, pero es que me faltaba muy poco para perder la cabeza y hacérselo sobre la mesa de mi cocina.

-¿Quieres algo?- Es lo que sale de mi boca. Qué estúpido, tenía la cabeza en otra parte. En sus bonitas piernas, pero hago el esfuerzo de mirarla a los ojos. Los suyos eran tan marrones como los granos del café que me estaba tomando. Espero una respuesta, pero parece embelesada viendo algo. -Decía que si necesitas algo-

-Ah, esto, eh... ¿Dónde estoy y quién eres?- Bonita forma de empezar a conocernos, vaya. La contesto. -Esta es mi casa y tengo normas, yo soy Adam, encantado. ¿Ahora me explicas por qué estás casi en bolas en mi cocina? Estás rompiendo la primera de ellas, así que, haz el favor de vestirte- Adopto una compostura seria con brazos cruzados.

-Oh, perdona. Estoy un poco perdida y confusa. Me he duchado, pero ya me visto. Soy Leah- Me da la mano y casi le veo las tetas. Por Dios, que se vaya de la cocina porque se me está levantando. Creo que nota la tensión que se está formando y veo que se va por donde habrá venido. Menos mal, pero ahora tengo un problema entre las piernas. Vaya tela con la pelirroja.

Después de tener que encerrarme a bajar mi problemilla imaginándome que acaricio esas bonitas piernas largas y que me rodean mientras la embisto, no sé si podré mirarla a la cara otra vez. Así que Leah es su nombre. Una chiquilla con melena naranja y ojos café me va a poner la vida patas arriba y de qué manera... Aunque tan pequeña no será, supongo que se acerca más o menos a mi edad.

Salgo y vuelvo por algo de comer a la cocina, donde hemos tenido nuestro encuentro. La veo que se ha enfundado en un vestido negro que va a hacer que me de un infarto. Por Dios. Su melena naranja le cae por los hombros y me sonríe porque me he quedado pasmado.

-¿No vas a decir nada?- Se atreve a preguntarme acercándose a mí. Estás radiante, se me ocurre decirle, pero cortocircuito al tenerla tan cerca. ¿Qué me pasa? -Estás guapa, eso es todo, ah y un poco borracha todavía- Se me eriza la piel cuando rodea mi cuello con sus manos y me echa el aliento a alcohol. Intento apartarla pero se me pega más y la levanto en volandas. 

-¿Qué haces? - Sonrío y la llevo al salón, pero, no me acordaba que tenía otro invitado más y la dejo en el sillón. -¿Quién eres y qué haces con mi amiga?- Vaya, vaya. Me toca volver a presentarme en tres, dos, uno. -Soy Adam, esta es mi casa y estoy siendo caballeroso con ella-
Ella se acomoda.
-Me parece que anoche no estabais por la labor de ir a vuestra casa, así que, os traje a la mía- Me cruzo de brazos. Esto es incómodo.

-¿Por qué? Nos podías haber dejado tirados - dice el pelirosa. El muy pendejo. -Y habría sido todo un grosero. Prefiero ser un caballero, pero de los que no llevan armadura- 

Veo que Leah se está quedando dormida, el bajón, supongo. -Ahora vengo- Digo a nadie en concreto y les preparo unos vasos de agua y algo para la resaca, y vuelvo al salón. 

-Esto es para vosotros. Ya veréis como me lo agradecéis- Estaba siendo más atento y menos capullo de lo normal. Me muevo hacia ella y la doy unos toques en el hombro. -Despierta- Casi se me escapa un "preciosa" pero quedaría como un idiota y veo como abre sus ojos marrones. 

-Para la resaca- Le ofrezco el vaso de agua y un paracetamol. Murmura un gracias y se lo toma.

Él hace lo mismo. -Gracias tío- Que incómodo es esto, tengo unas ganas de echarles de mi casa... Pero no sé cómo hacerlo.