12. The Ties That Bind

9 2 0
                                    

Miré los ataudes con aburrimiento, me había cansado de leer el grimorio de Elizabeth sin obtener solución alguna.

Ya había intentado de todo, incluso las formas menos prácticas. Ya había golpeado, forzado e incluso incendiado el maldito ataud, y este simplemente no cedía. Incluso comenzaba a sentir que este y las brujas se burlaban de mi incompetencia. Por lo que rápidamente y de manera forzada había perdido el interés en abrirlo, sea lo que sea que estuviera dentro, tentaba nuestra suerte. Quizás se mantenía encerrado por una razón justa y nosotros solo jugábamos con una bomba de tiempo.

No lo sabríamos hasta abrirlo.

—Muy bien caballeros—suspiré recargandome en el ataúd de Elijah—. Creo que hoy tampoco será el día.

Sabía que todos ellos eran hombres, los había abierto ante mí curiosidad. Conocía a Elijah, y sabía que dos de los tres restantes eran sus hermanos, uno mayor, el cual debía de suponer que era Finn según las historias de Klaus, por lo que el menor se trataba de Kol. Sabía que eran hermanos por las dagas que se mantenían clavadas en sus pechos. Sin embargo el cuarto ataúd era quien había captado mi entera curiosidad.

Lo había abierto una vez y mi curiosidad solo había crecido desde ese momento.

Miré sobre mis hombros y me acerqué a ese ataúd en específico. Por fuera era igual a los otros, sin embargo el vampiro que yacía dentro era diferente. Tenía el pelo medio que caía en ondas llenas de polvo y telarañas. Su piel era gris con venas que recorían todo su cuerpo, en eso sí era igual a los demás, sin embargo este estaba encadenado, sus manos sujetas a su cuerpo por cadenas pesadas, con su pecho libre de daga.

Esa era mi curiosidad. Este vampiro no había sido apuñalado, había sido consumido por el hambre hasta secarse. Y eso me apenaba. No entendía la razón, pero al mirar su rostro delgado, solo sentía la necesidad de despertarlo y liberarlo de su condena.

No lo resistí, acerqué mi mano a su rostro delgado, acariciando su piel fría. Y me arrepentí cuando un tornado de imágenes dispersas corrieron por mi mente. Eran dedos niños jugando por inmensos prados, y de alguna manera eso se sentía íntimo. Una invasión a la privacidad.

Cerré el ataúd de golpe y me alejé con las manos temblorosas. Solté un ligero sollozo como si me hubieran arrebatado algo preciado.

Me limpié las lágrimas que pude haber liberado al escuchar pasos bajar por la escaleras.

—¿Ciara?—la voz de Elena me tomó por sorpresa.

—¿Qué haces aquí?—pregunté y miré a Bonnie de manera acusatoria—¿Qué hace ella aquí?

—Decidí decirle—la morena me miró con disculpa—. No podía guardale un secreto a mi mejor amiga.

—No puedo creer que me ocultaran esto—Elena me miró—. Siempre supiste donde estaban.

—Yo siempre sé lo que Stefan hace, Elena—respondí con una mueca—. Por cierto, lamento lo del puente, él no debió de hacer eso.

Elena se removió incomoda pero asintió reconociendo que yo no tuve nada que ver en esa situación.

—Stefan pensó que si sabías donde estaban, Klaus amenazaría a las ppersonas para sacarte la información—Bonnie lo explicó.

—Algo que claramente sí intentó.

—¿Ellos son el resto de su familia?—Elena preguntó y yo asentí.

—Elijah y otros 3, y este de acá—golpee el ataud cellado—, es el que Bonnie y yo no podemos abrir.

—No sabemos que o quien está adentro—Bonnie dijo—, pero mis sueños me dicen que puede matar a Klaus.

Pero eso no garantizaba que no fuera a matarnos a nosotroas también.

SombrasWhere stories live. Discover now