9. Un gran incendio

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Han pasado dos semanas desde mi primer día de entrenamiento, y he subido un poco de peso.

Ahora tengo grasa en los lugares en los que antes no había más que hueso y carne magra. Lo bueno es que el omega es estricto, así que no he criado panza, lo que no estaría mal, según la niña eso me haría ver bien. Pero todo lo que veo al levantar la camiseta son leves relieves que se marcan cuando me agacho para atarme las agujetas. Las botas me quedan grandes, Jisung las consiguió en una vieja tienda que llevaba, por lo menos, unos quince años abandonada. Estaba saqueada por completo, excepto por latas de arvejas en la despensa y el par de botas acordonadas puestas junto a un paraguas.

En mi cabeza se materializa un hombre de unos sesenta años, preparando sus pocas pertenencias para un día de lluvia. Pero nunca regresa a su tienda. Seguramente ha muerto como la mayoría de los adultos que no eran alfas u omegas. Espero que no haya llovido el día de su muerte, eso me partiría el corazón.

Es una mierda tener uno de esos. Estoy seguro de que el doc me lo habría extirpado de haber podido, siempre dijo que los sentimientos no estaban permitidos en el Edén, no para un criador. Pero sin un corazón estoy muerto, ¿no sería mejor estarlo?

Niego.

No, mi madre estaría muy enfadada si me viese morir de forma tan patética. Aunque también podría ser visto como una obra de arte; un chico con un agujero en el pecho, desangrándose sobre la fría mesa de acero en la que le convirtieron en una abominación.

Vuelvo la atención a mi reflejo, dándome cuenta de que mi rostro también ha mutado en este corto tiempo. Está más regordete y a la vez más afilado. No sabría cómo explicarlo, pero mi quijada es angulosa y mis ojos están menos hundidos de los que estuvieron en los laboratorios. Ya no son dos cuencas enormes en medio de mi cara, antes era esa la única característica que sobresalía en mi rostro, ah, también mis dientes. Pero hoy en día soy un chico bastante decente.

«Agradable a la vista», dijo el omega en nuestra última sesión.

No confío demasiado en sus palabras, él siempre está coqueteando con todo lo que se mueva o respire.

Pero la niña mencionó que me veía bonito, y en ella sí confío.

Excepto que no puedo evitar bajar la vista hacia las cicatrices que recorren el montículo debajo de mi ombligo. Han hecho demasiadas cosas conmigo, la mayoría las desconozco, porque siempre que sucedía estaba sedado como un toro. Luego, despertaba en el cuartito blanco y sin ventanas, con nuevas vendas que cubrían la incisión recién cosida.

También tuve suerte en eso, el doc era bueno con la aguja y el hilo. En comparación con las cicatrices de los demás experimentos, las mías eran pequeñas y casi nada grotescas.

Perfectos, debemos ser perfectos. Nunca me pregunté por qué nuestros rostros, nuestros pies y nuestras manos deben estar pulcras y bonitas cuando al quitarnos la ropa tenemos estas horrorosas hendiduras que remarcan lo que nos han hecho. ¡Agh!, no debería importarme un carajo, ¡y ahora estoy maldiciendo!

Pero me importa. Y me divierte maldecir junto a Chenle mientras me enseña a afilar sus cuchillos.

Tengo un gran lío mental.

Agradezco cuando la niña corre hacia mí y se cuelga de mis hombros. Ella también ha subido un poco de peso, pero soy lo suficiente fuerte para llevarla hacia el pequeño jardín frente a la oficina improvisada del líder. Allí huele a magnolias, aunque los canteros estén secos. El aroma dulce y floral me recuerda a mamá, últimamente pienso mucho en ella. También en la madre del alfa de pelo blanco. No debería hacerlo, apenas sé que bailaba frente a un televisor y que murió dentro del Edén, pero la imagino y la sueño.

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