Hubo una noche, una de las primeras noches en el laboratorio, en la que podía escuchar a alguien cantar. Era una voz torpe e insegura, pero nuestras habitaciones debían estar juntas porque juro haberla sentido susurrar contra mi oído.Cantaba sobre otra época, una en la que existían niños felices en la calle y no una cúpula en medio de la nada que solo podías atravesar si eras uno de los bendecidos por el nuevo orden.
Un nuevo orden dado por el peor de los virus que ha atravesado la humanidad.
Hombres y mujeres morían a montones, las guerras estaban a la vuelta de la esquina y cada quien necesitaba velar por su propia salvación.
Dios no estaba en esa canción, pero si había tardes de otoño y asfaltos mojados después de una gran lluvia.
Me gustaba esa canción porque me hacía pensar en todo lo que alguna vez había tenido y que ya ni siquiera me atrevía a recordar.
Ahora, que algo gotea sobre mi frente y repiquetea con fuerza encima del techo que me cubre, siento la misma canción en mi oído.
Pero eso es imposible, y sabiendo que algo así no puede ser, abro mis ojos para descubrir que uno de ellos está prácticamente ciego. Lo que gotea no es más que agua cayendo desde el cielo, un cielo corroído que en realidad es el techo del camión.
Algo blando se aprieta a mi alrededor, lo toco con las yemas de mis dedos y descubro piel fría y punzante. Mi ojo bueno se esfuerza por ver con la poca luz que entra desde la puerta rota del vagón. Y respiro aliviado al saber que la niña está viva y que no tiene un hoyo en medio de la cabeza.
Regreso la mía al duro suelo, el goteo incesante continúa al igual que lo hace el repiqueteo del techo. Y solo sé lo que está sucediendo después de mucho tiempo pensando en cuánto estaremos aquí esperando la muerte... está lloviendo.
La niña lloriquea cuando alejo su brazo y gateo hacia la entrada. Lo veo todo borroso, está anocheciendo y el sol ha desparecido hace mucho tiempo, la arena se ha convertido en pequeños remolinos y en medio de su gran longitud existen pozos colmados de agua. Agua que cae del cielo en forma de gotas frías.
Llueve.
De verdad estoy viendo la lluvia.
Y no importa que esté medio muerto, o medio ciego, o perdido del todo, por primera vez en mucho tiempo siento un poco de vida.
Regreso al final del vagó, algo en mi bolsillo cruje. Saco el pedazo duro de pan que el doc puso en mi chaqueta. Una bonita chaqueta de color cielo que él trajo para mí después de tres meses estudiándome y cortando mi carne hasta convertirme en un modelo perfecto.
Los insectos en la arena deben estar haciéndose un picnic con su cadáver en este momento.
–Tómalo– le digo a la niña, ella gatea y mastica el pan sin quitármelo de la mano.
Mi estómago lo resiente, pero no interesa, puedo sentir su corazón roto siendo mimado una última vez y extrañamente me reconforta esa idea.
La niña vuelve a pegarse a mi costado, huele a humedad, a sudor, a hierro.
Huele a lluvia.

ESTÁS LEYENDO
Edén
FanfictionTodo lo que un criador debe hacer es llegar al Edén. •Distopía •Omegaverse Portada: @Doddlemin ✨