Krieger es el piloto más dominante de Fórmula 1.
Es conocido por ser despiadado y letal al conducir; razón por la que ha sido 5 veces campeón del mundo.
Pero su reinado se verá amenazado con la llegada de un misterioso piloto que al parecer, es el ú...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
TEST PRE-TEMPORADA.
Circuito Internacional de Bahréin.
10:00 A.M.
Observo el traje de carreras colgado en la puerta con un plástico transparente encima, y lo analizo con atención: es una mezcla perfecta de café y blanco. El color café cubre la mayor parte del traje y es similar al tono de un espresso recién hecho, mientras que el contraste con el blanco lo hace ver brillante y se manifiesta en las franjas gruesas en brazos y piernas.
En la parte delantera del traje, justo debajo del cuello, se encuentra el logo de mi equipo: Fierce Racing, en compañía de algunos logos de patrocinadores, los cuales ocupan espacio en hombros y espalda.
Respiro hondo antes de empezar a ponerme pieza por pieza, incluyendo las vendas para ocultar mis senos. La tela es muy cómoda y sumamente resistente, lo que me permitirá estar segura dentro del monoplaza.
Al finalizar, me observo en el espejo, y por encima de mi hombro, alcanzo a ver a Xander con un traje idéntico al mío. La única diferencia es que parece mucho más entusiasmado que yo.
—Parecemos gemelos, ¿no crees? —comentó con diversión.
—Me cuesta aceptarlo, pero sí.
Suelta una carcajada.
—Tengo la sensación de que hoy te irá bien.
—Eso espero, porque tú padre literalmente me amenazó.
Se acerca a mí e intenta alargar mis comisuras con sus dedos para crear una sonrisa.
—Respira profundo e imagina a Krieger como el señor cara de papa: gruñón y sin estilo. Todo será más fácil si haces eso.
—¿Y qué pasará si el señor cara de papa intenta asesinarme, genio?
—Yo estaré ahí para defenderte, por supuesto. —Me guiñó un ojo.
Suspiré.
—Seguramente serás el primero en correr.
—Si necesitas consuelo, ya sabes que mis brazos siempre están disponibles para ti.
—Y para cincuenta mujeres más. —Sonreí de forma pícara—. Supe lo que hiciste en la fiesta del viernes, calenturiento de mierda.
Se puso colorado de inmediato.
—Bueno, tú no estabas ahí y me sentía solo. De alguna forma tenía que matar el tiempo.
Solté una carcajada.
—Bien, no importa. Siempre y cuando la prensa no lo vea.