Krieger es el piloto más dominante de Fórmula 1.
Es conocido por ser despiadado y letal al conducir; razón por la que ha sido 5 veces campeón del mundo.
Pero su reinado se verá amenazado con la llegada de un misterioso piloto que al parecer, es el ú...
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La mansión Karmond parece más impresionante a medida que avanzas entre sus lujosos jardines y te acercas a la fachada principal de piedra caliza con detalles de mármol y bronce.
He estado aquí muchas veces, y aún así nunca me acostumbro a la excentricidad del dueño: Andrew Karmond, director de equipo en Fórmula 1 y ex piloto. Su trayectoria no es impresionante, pero al menos sabe cómo funciona el negocio y eso lo convierte en un gran empresario.
Por desgracia, y a pesar de que es asquerosamente rico, me obliga a venir sin falta una vez al mes para que pague los intereses de mi deuda.
—El señor Karmond te espera en su oficina —dice una de sus empleadas tan pronto como me ve entrar.
El pasillo es muy largo y en las paredes cuelgan fotografías de todas las medallas de tercer lugar que recibió Andrew en su juventud. Aunque no logró igualar el talento de Schumacher o Senna, al menos pudo figurar en las noticias de aquel tiempo, pero no lo suficiente como para dejar huella en la historia de la Fórmula 1.
Cuando llego a la puerta de su oficina, no tengo el valor para tocar de inmediato, así que me quedo mirando el suelo durante unos minutos, hasta que finalmente reúno la confianza necesaria para hacerlo.
—Adelante —responde una voz grave al otro lado.
La puerta rechina cuando la empujo y eso me hace sentir muy inquieta. Él no parece incómodo, ya que está concentrado en los documentos que tiene en sus manos.
Ni siquiera tiene la amabilidad de mirarme, pero en este punto ya no importa. Es mejor así.
—¿Qué tal el viaje? —inquirió.
—Terrible, como siempre.
Con ayuda de su silla giratoria alcanza una pequeña caja que está detrás de él y me lanza una golosina de fresa.
—Me dijeron que es tu sabor favorito. —Levantó la cabeza y sonrió; un gesto poco común tratándose de él—. Toma asiento, o te dolerán los pies.
Hago lo que me pide con extrema desconfianza. Me siento inquieta, más inquieta que de costumbre, porque él no es el tipo de hombre que da regalos sin obtener nada a cambio. Incluso si se trata de una insignificante golosina, él se encargará de duplicar los intereses financieros a su conveniencia.
Nada es gratis aquí, ni siquiera un simple saludo.
—¿Tienes el informe sobre tu rendimiento en las prácticas privadas del fin de semana? —cuestionó.
Trago saliva.
—Sí, Harris me las acaba de entregar. —Deslizo los documentos hacia él—. Me estoy adaptando al nuevo monoplaza y aún así, he tenido excelentes números que respaldan mi rapidez. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de Killian. Tuvo varios accidentes en la pista mientras aprendía a utilizar las nuevas actualizaciones del auto y se dice que tendrán que ajustarlo a su preferencia para que pueda competir, ya que es muy difícil para él.